La economía de Latinoamérica y el Caribe volverá a crecer en 2017 aunque a un ritmo modesto, de un 1,3 por ciento, tras dos años continuos de contracción, según un informe elaborado por economistas de la ONU sobre la situación y perspectivas de la economía mundial.
La tendencia se reforzará en 2018 en esa región, con un crecimiento proyectado del 2,1 por ciento, tras un 2016 en el que se estima que la contracción económica en la región llegó al 1 por ciento.
“No es un panorama brillante, particularmente para Sudamérica”, opinó este martes el jefe de la División de Macroeconomía del Organismo de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD), Alfredo Calcagno, en la presentación del informe a la prensa.
Explicó que la previsión mejorada para este año se debe en buena medida a la “recuperación cíclica que puede esperarse en Brasil y Argentina, tras la contracción significativa que han experimentado sus economías”.
Sin embargo, el experto aclaró que esa estabilización “se debe a que cayeron mucho y no a que estén en el buen camino del crecimiento”.
A corto plazo, el crecimiento de las dos principales economías sudamericanas tendrá como factores principales el aumento de la demanda externa, la estabilización del precio de las materias primas y la aplicación de políticas de flexibilización monetaria, acompañadas de baja inflación.
De manera general, los analistas de la ONU consideran que la situación y proyecciones en México, Centroamérica y el Caribe son más positivas que en Sudamérica, ya que sus economías son menos dependientes de la exportación de materias primas.
Sin embargo, para toda Latinoamérica las previsiones han sido rebajadas recientemente al conocerse que la actividad económica en Estados Unidos no fue tan robusta como se esperaba, así como por la persistencia de problemas estructurales.
Los mayores y de mayor impacto son el desempleo, la elevada deuda, el bajo crecimiento de la productividad y una débil capacidad institucional.
En estas circunstancias, la economía de Sudamérica se contrajo por segundo año consecutivo en 2016, en un 2.3 por ciento el año pasado y 1.9 por ciento el año anterior, arrastrada por el declive acumulado del 8 por ciento de la economía de Brasil entre 2014 y 2016.
Distintos riesgos externos pondrán igualmente a prueba este año la solidez de las condiciones económicas en Latinoamérica, como la desaceleración de la economía de China, la eventual adopción de políticas proteccionistas en Estados Unidos y las posibles nuevas turbulencias en los mercados financieros.
Este último escenario ocurriría en caso de un aumento más rápido de lo esperado de las tasas de interés en Estados Unidos, explica el informe.
Los economistas consideran que Perú y Bolivia son dentro de la región los casos a destacar porque consiguieron escapar de la tendencia negativa gracias a un fuerte nivel de consumo público y privado.
Al mismo tiempo, la economía mundial crecerá un 2.7% este año y un 2.9% en 2018, aunque el resultado final dependerá mucho de la evolución de los riesgos vinculados al rumbo de las políticas monetarias y al entorno político, marcado por el nuevo Gobierno estadounidense y la materialización del “brexit”.
Así lo estiman los economistas de la ONU en su informe “Situación y perspectivas de la economía mundial”, publicado este martes y en el que se analizan los principales factores que determinarán el comportamiento de la economía de aquí a fin de año.
“El crecimiento moderado que se prevé para el periodo 2017-2018 es más una indicación de estabilización económica que la señal de una vuelta a un crecimiento fuerte y sostenido”, explicó Alfredo Calcagno.
Los últimos datos han obligado a revisar a la baja la estimación que se había hecho del crecimiento en 2016 hasta un 2.2 por ciento, a causa de unas cifras al respecto más bajas de las esperadas en Estados Unidos, Japón y muchos países exportadores de materia prima en África y en la región de América Latina y el Caribe.
Sin embargo, de cara a 2017 se cree que los países exportadores de materias primas experimentarán cierta recuperación, gracias a la estabilización de los precios de esta gama de productos y a la reducción de las presiones inflacionistas.
De manera general, los motores más importante para la economía serán los países en desarrollo y contarán por el 60 por ciento del crecimiento del producto global bruto este año.
En esta perspectiva, las regiones del sur y el este de Asia se mantendrán como las más dinámicas.
En cambio, los vientos en contra que se elevan de la escasa inversión y de las incertidumbres políticas y monetarias siguen desanimando la actividad comercial en todas partes del mundo, según el informe.
Uno de los aspectos más negativos que se analizan en el documento tiene que ver con la marcada desaceleración de las inversiones en muchas importantes economías desarrolladas y en desarrollo, con interrupciones de proyectos de negocios relacionados con el petróleo y en actividades extractivas (de recursos naturales).
“La debilidad prolongada de la demanda ha reducido los incentivos para que las firmas inviertan, mientras que los riesgos económicos y políticos han pesado igualmente en las decisiones de inversión”, comentó Calcagno.
Uno de los mayores riesgos macroeconómicos que identificó el experto fue la deuda pública en la que numerosos Estados incurrieron para contener los efectos de la última crisis económica, aunque también el sector privado se endeudó de manera importante animado por las políticas de expansión monetaria que redujeron el coste del dinero.
Mientras tanto, “las consecuencias de la utilización de instrumentos de política monetaria que no han sido probados, como las tasas de interés negativas en Japón y Europa, siguen sin estar claras”, agrega el texto.
El resultado que temen los especialistas de la ONU es que tales medidas que facilitan el acceso al crédito puedan conllevar un deterioro del balance de los bancos, el endurecimiento de las condiciones del crédito y un nuevo periodo de fragilidad y descapitalización para las entidades financieras.
“El momento de las subidas de los tipos de interés en Estados Unidos es otra incertidumbre, al igual que los intereses diferenciales entre economías desarrolladas, lo que aumenta el peligro de desencadenar un nuevo periodo de volatilidad financiera, de revertir los flujos de capital y de un ajuste abrupto de las tasas de interés”, señala el documento.
Entre los riesgos de carácter político destaca la fuerte incertidumbre con respecto a las políticas comerciales, migratorias y medioambientales que adoptará la próxima Administración de Estados Unidos, así como la manera en que se concretará la salida del Reino Unido de la Unión Europea.
“Todos esos eventos tienen el potencial de afectar la esperada recuperación de los negocios de inversiones, el crecimiento del comercio internacional y hasta de descarrilar un crecimiento económico de por sí débil”, concluyen los expertos.