[dropcap]L[/dropcap]a información sobre el hecho de que la evasión fiscal en América Latina alcanzó los 340,000 millones de dólares en el 2015, representando esto un 6.7% del producto interno bruto regional, nos resulta aterradora, y nos puso a pensar si este problema no era más preocupante que la propia corrupción gubernamental.
Este dato, aportado por la Comisión Económica para América Latina (Cepal), es parte del informe que indica, también, que la evasión tributaria es uno de los principales puntos débiles de las economías latinoamericanas.
En efecto, según el Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2016, el principal foco de evasión está en el impuesto sobre la renta de las empresas, alcanzado en algunos países hasta un 60%. El otro impuesto que también evaden los empresarios es el Valor Agregado, igual al denominado Impuestos a las Transferencias de Bienes Industrializados y Servicios (ITBIS) que se cobra en RD.
Esto implica que los empresarios buscan siempre la manera de eludir su responsabilidad tributaria, aunque se sabe que en muchos casos la culpa recae en el tipo de sistema impositivo que se tenga, y de la progresividad o regresividad del mismo.
El hecho concreto es que un mayor nivel de evasión fiscal, junto a una creciente elusión impositiva, convierte en insostenible la administración de un país, y deja muy poco espacio para la redistribución de ingresos y para la solución de los males históricos que aquejan a los países de menor desarrollo.
Ahora bien, si se comparara este nivel de evasión fiscal que muestra la Cepal con los niveles de corrupción que se alcanzan en muchos gobiernos de la región, autenticados ahora con el caso resonado de Odebrecht, se pudiera concluir en que la evasión es más gravosa que la corrupción, sobre todo porque en el caso de esta última se pueden lograr castigos específicos para corruptos identificados.
En el caso de la evasión, sin embargo, esta funciona con un mayor nivel de legalidad, pues habría que comprobarles a las empresas que están incumplimiento en sus obligaciones tributarias, y al momento de lograr esto ya son muchos los millones que se habrán perdido.
El problema para América Latina radica en que tiene una combinación de las dos pues, por un lado, se evade el pago de impuestos, mientras que por otro se lo roban, resultando esto un dueto maldito que atenta contra el desarrollo económico y social de los pueblos pobres de la región. Por lo menos ya sabemos quiénes son los culpables de nuestra desgracia histórica.