“Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza humana habla mientras el género humano no la escucha”. Es una frase que, según algunos autores, la pronunció Víctor Hugo para definir el comportamiento de los individuos de una sociedad frente al medio ambiente que le rodeaba. Previo a esto, ya Víctor Hugo había propuesto la necesidad de una “civilización” del hombre con el hombre mismo, entendiendo que existía un vacío existencial que dificultaba esa relación de la especie humana consigo misma. Más aun, Víctor Hugo estaba preocupado, además, por la relación que mantenía el hombre con la naturaleza y los animales, para lo cual, según él, había que iniciar también una nueva “civilización”.
A pesar de lo anterior, parece que hemos avanzado poco en esa vinculación hombre-hombre y hombre-naturaleza, y más bien la economía de mercado, interesada esencialmente más en los resultados financieros que en la dotación de bienes y servicios de calidad, a pesar de la cháchara, ha profundizado esa forma negativa en que suelen subsistir. Por suerte, la aparición de la denominada economía circular ha traído consigo expectativas positivas en torno a la forma en que los individuos se vinculan con su entorno.
Esta propuesta de valor, en lo fundamental, concebida como un concepto económico que enfoca la sostenibilidad, implica una manera diferente de visualizar el valor de los productos, los materiales y los recursos, procurando que estos estén la mayor cantidad de tiempo posible en la economía y, al mismo tiempo, reduciendo el volumen de desechos que se genere.
Entre los principios que sostienen la economía circular se citan los siguientes: la reutilización de residuos, la reparación de productos estropeados, dándole una segunda vida, el aprovechamiento de residuos vía el reciclaje, y la valorización energética de determinados residuos. En resumen, una mayor eficiencia en la gestión y disposición de los recursos de una sociedad es el centro de interés de la economía circular. Si se requiriera saber si ésta funciona, volteen la mirada hacia los países desarrollados y verán los resultados
Pero, dentro de todo, me pregunto si no valdría la pena reflexionar sobre la posibilidad de un reciclaje, tipo la economía circular, en el interior del instinto asesino que corroe las mentes de un tipo de hombre que se ha desarrollado en la sociedad dominicana. O será necesario la inauguración de un nuevo tipo de proceso de civilización para que los potenciales feminicidas controlen su fiera interna, y no continúen asombrando a la sociedad con sus endemoniados y repulsivos actos de barbarie. Sea lo que sea, algo hay que hacer.