El Teleférico Santo Domingo viene a sumar valor a un entorno urbano aquejado por un grave problema de movilidad. Muchos incautos podrían cuestionar la obra hasta por razones políticas.
Pero esta obra busca beneficiar de manera directa, según la Presidencia de la República, a 287,400 habitantes de sectores aledaños, que tienen una demanda de 16,553 traslados por día.
La Unidad para la Readecuación de La Barquita y Entornos (URBE), que ejecutó la obra, explica que algunas de las torres que soportan el teleférico quedaron en medio de calles (y frente a viviendas) porque el tensado del cable requiere de una distancia específica.
El sistema de transporte que estrena el Gran Santo Domingo tiene capacidad para mover 3,000 personas por hora por sentido, con el cable girando a 5 m/s (18 km/h) y 215 cabinas de 10 pasajeros sentados.
La URBE asegura que de los 287,400 habitantes beneficiados, el 65% carece de vehículos propios y cerca del 80% usa transporte público. Estas familias gastan el 30% de sus ingresos en su movilidad y en promedio pagan 3 pasajes diario para llegar a sus lugares de trabajo o centro de estudios.
Imaginemos que el Gobierno exagere un poco. Aún así se trata de un sistema de transporte que todos debemos aprovechar. Las autoridades municipales deberían habilitar parques en el entorno de sus paradas, con el objetivo de atraer visitantes interesados en utilizar el teleférico para esparcimiento. También el comercio aledaño debería pensar en una oferta atractiva para esos turistas. Los contribuyentes pagamos el teleférico, vamos a cuidarlo.