Se dice que las cooperativas constituyen la visión micro del desarrollo económico y social de los pueblos latinoamericanos, y que su importancia va más allá de lo que dicen los diagnósticos que avalan las políticas públicas de apoyo a ese sector. Aún más, se afirma que las cooperativas han venido a democratizar el crédito y a crear una fuente de progreso que permanecía invisible. Adicionalmente, se le atribuye a las cooperativas, sobre todo a las de ahorro y crédito, una contribución importante en los esfuerzos nacionales por disminuir la pobreza y la desigualdad.
Lo anterior es cierto, sobre todo si se mira la naturaleza de este tipo de actividad económica, caracterizada por tener como clientes a sus propios socios, y por generar una industria financiera que tiene como base de sustentación el microcrédito y, por vía de consecuencia, a las micro y pequeñas empresas asociadas. En ese sentido, resultados aun no publicados de un estudio apoyado por la OIT, refieren que las cooperativas contribuyen a crear cadenas de valor más inclusivas y equitativas a través de promover formas alternativas de comercio justo, al tiempo que favorece el logro de los ODS.
En República Dominicana, la expansión de las cooperativas de ahorro y crédito no sólo es notable, sino que su desempeño integral ha superado, por mucho, a la capacidad regulatoria del Estado, ejercida a través del IDECOOP. Es decir, que las cooperativas privadas, y sus diferentes entidades asociativas vinculantes, además de ser fuente de generación de empleo y riqueza, urbana y rural, han venido a resolver diversos problemas que la voluntad gubernamental no había podido. Sin embargo, la gran cantidad de recursos de terceros que administran actualmente las cooperativas ha generado preocupación en la autoridad monetaria y financiera. Datos de Cuna Mutual Group (2015) revelan que las cooperativas dominicanas aportan un 3.0% al producto interno bruto y representan alrededor del 7.0% del total de activos de sistema financiero dominicano.
Frente a esta realidad, el Banco Central ha prendido la alarma, y no quiere que la buena voluntad de los gestores cooperativistas defina una adecuada administración de recursos ajenos, sino que quiere asegurarlo mediante la supervisión financiera. De su lado, los cooperativistas quieren regulación, pero no la misma que tienen los bancos. Una solución ecléctica sería favorable para todos. Mientras cooperativistas y Banco Central se ponen de acuerdo, creo que lo más útil es que ustedes y yo vayamos a ver el inicio del Mundial de Futbol Rusia 2018 que ya empieza.