Hoy jueves 16 de agosto, se cumplen 155 años de la Guerra por la Restauración de la República, hecho bélico, popular y nacionalista, de trascendencia histórica. Se registra como el mayor movimiento armado desde la época colonial, y una respuesta del pueblo dominicano a la aventura anexionista encabezada por Pedro Santana quien, por intereses personales, apostaba a que el país fuera una provincia más de la colonia española.
Diferentes hechos motivaron que los dominicanos repudiaran de manera definitiva a los españoles, entre los que se citan: la situación de miseria de una parte importante de la población, la falta de dinero, la monopolización del negocio del tabaco y de otros productos, el establecimiento de nuevos impuestos y las crecientes y profundas diferencias entre los españoles y los dominicanos. Tres años de lucha permitieron que hoy la población dominicana conmemore nueva vez su gesta restauradora.
Pero desde la Restauración hasta nuestros días, se continúa luchando por una mejor nación, con menos corrupción e impunidad y con más actos heroicos de un pueblo esencialmente bueno. Así, la Marcha del Millón se establece como un hito en la historia reciente, pues convocó a malos y a buenos, a pobres y a ricos, a falsos profetas y a auténticos ciudadanos, a nobles y villanos –sin importarles la facha– como diría Serrat, todo por una causa que parece noble, a pesar de la ganancia política que determinados partidos y grupúsculos quisieron sacar.
El cuento, sin embargo, no termina. Pensábamos que la lucha restauradora por la educación dominicana finalizaba con la entrega del 4% del producto interno bruto para fines de inversión pública al sector educativo, pero los mayores beneficiarios de esta medida histórica amenazan con boicotear el inicio de un nuevo año escolar. Otra vez dimos el queso al ratón para que lo cuide. Una ADP irracional no ve lo que se ha hecho, que es mucho, sino lo que falta, pero no contribuye con propuestas creativas a una reforma educativa que todos quieren, ríanse, a excepción de este gremio.
Nunca como ahora los maestros habían gozado de tantos privilegios y beneficios, sino pregúntenle a COOPNAMA que es una cooperativa rica por razones obvias. Pero seguimos, no hay que desmayar. Importemos maestros que quieran trabajar, aunque se hunda la isla. Y mientras tanto, esperemos que durante la transición de las presidencias congresuales y municipales no haya sangre, para que no tengamos que restaurar nuevamente.