En las últimas semanas, el mundo financiero centra su atención sobre Turquía, ubicado en la intersección de Europa y Asia, y considerado por muchos como la “intersección del mundo”. Turquía cuenta con una economía avanzada, integrada con la Unión Europea (sin ser miembro de la misma), aunque a su vez, tiene serios desafíos de índole económico-estructural y político.
La más reciente crisis ha sido provocada por la caída en picada de la moneda turca, la lira. A su vez, esta caída ha sido causada por tres factores fundamentales: sanciones económicas impuestas por EE.UU., el deterioro del clima de estabilidad político y económico y el sobreendeudamiento en moneda extranjera de los sectores productivos y gubernamentales.
En el primer renglón, EE.UU. ha vuelto a utilizar las herramientas mercantiles como elemento esencial de su política exterior. En este caso, debido a varias razones, Turquía sufre sanciones económicas principalmente atadas a la política exterior de EE.UU. Estas sanciones, a su vez y como es de esperarse, le afectan de manera negativa.
En segundo lugar, la política nacional de Turquía se ha tornado más autocrática, con su presidente Recep Tayyip Erdogan perpetuándose en el poder. Las acciones requeridas para que éste se pueda mantener en el poder han causado un deterioro de las finanzas públicas. Asimismo, las instituciones que han servido como limitante a su poder han sido desplazadas, lo que ha causado que se reduzca el clima de estabilidad en dicho país.
Finalmente, Turquía tenía importantes limitaciones para que el sector privado se endeudara en moneda extranjera. Para ayudar a mantener la estabilidad económica, como parte de su estrategia de perpetuación en el poder, Erdogan promulgó una norma que permitía que las empresas se endeudaran en moneda extranjera siempre que fuera por más de US$5 millones.
El endeudamiento asumido por el sector privado como consecuencia de dicha norma, conjuntamente con la realidad que la mayor parte de la economía turca se cotiza en lira, ha tenido una terrible consecuencia ante la devaluación de dicha moneda: las empresas se han endeudado en moneda extranjera, pero sus clientes le pagan en lira, por lo que su deuda se ha tornado inmanejable. Lo mismo ha pasado en el sector público, con la deuda creciendo a niveles insostenibles.
Lo que está pasando Turquía ahora no es nuevo en el mundo de las finanzas; los elementos se repiten comúnmente en otras ocasiones. No obstante, es importante tomar nota de los mismos para asegurar que nuestra economía no sufra una caída como consecuencia de repetir los mismos errores.