La lucha a muerte entre la formalidad e informalidad de la economía dominicana pone de relieve los problemas estructurales de la actividad productiva, así como los vinculados a los esquemas institucionales que norman el funcionamiento de los agentes económicos. Así, se puede observar que cada vez más la informalidad cobra terreno en el país, aun a pesar del crecimiento sostenido de la economía dominicana durante los últimos 20 años. En efecto, según el CREES (2018), la tasa de informalidad laboral total en República Dominicana fue de un 58.6%, nivel superior al alcanzado en el 2016. Es decir, que en vez de avanzar hemos retrocedido en cuanto a la cantidad de empleos informales que se generan.
La mayoría de tratadistas sobre el tema de la informalidad la definen como aquellas actividades económicas que se realizan al margen de las leyes tributarias y laborales, así como las que operan buscando eludir y evadir sus obligaciones fiscales ante las agencias del gobierno (Priest, s/f). Otros estudiosos, sin embargo, argumentan que la informalidad es una respuesta de sectores vulnerables a los altos costos de operar que tienen los negocios que recién se instalan, o aquellos de menor tamaño relativo. De su lado, la OIT definió en sus inicios al sector informal como aquel “formado por actividades económicas en pequeña escala, integrado por trabajadores por cuenta propia que contratan a familiares o solo a unos pocos trabajadores”.
También, se argumentaba que la economía informal se caracterizaba por “disponer de poco capital, usar tecnología de bajo nivel y carecer de acceso a los mercados y a las instituciones formales”. Otros referían, además, que las empresas informales tenían una baja productividad, creaban empleos precarios y carecían de seguridad social. Dentro de todo, sin embargo, convendría preguntarse qué ocurriera si no existiera el fenómeno de la informalidad, y si miles de personas no pudieran escapársele al sector formal y generar su propio negocio y emprender una aventura que puede ser exitosa.
Con la incapacidad que tiene la economía de generar los empleos suficientes y decentes, a nivel formal, las actividades informales vienen siendo como una tabla de salvación, un salvoconducto para los pobres y los menos preparados, un escape hacia una economía que obliga a pagar impuestos aun sin existir ganancias, y un sistema impositivo que, una vez que te descubre, eres presa de sus instrumentos y mecanismos de coerción tributaria. Con esto no se está apostando a que toda la economía sea informal, sino a que se apliquen políticas públicas que hagan menos oneroso para los propietarios de micro, pequeñas y medianas empresas, transparentar sus operaciones frente al fisco.