Conducir en horas de la noche por la Autopista Duarte, en cualquier dirección de la vía que conecta al Distrito Nacional con Santiago de los Caballeros, requiere de mucho esfuerzo para evitar un accidente. Casi todos los tramos, excepto los que atraviesan ciudades importantes como La Vega, carecen de alumbrado eléctrico público. Pero eso ya lo sabemos.
Al peligro que representa desplazarse a tientas por una carretera se suma el hecho de que las líneas color blanco y amarillo que identifican los carriles desaparecieron en la mayor parte de la autopista. Falta cualquier cantidad que usted se pueda imaginar de los reflectores color amarillo o de las cintas adhesivas que se colocan para guiar a los conductores con mayor seguridad en medio de la noche.
A propósito, ¿qué pasa con estas señales, las siguen robando igual que las barreras metálicas que terminan cercando fincas privadas?, ¿pretendemos recibir 10 millones de turistas y transportar parte de ellos por esta autopista precaria e insegura?
Como la autopista no está iluminada (pensar que lo estará puede ser un sueño), los conductores utilizan los reflectores de sus vehículos en la mayor potencia. No queda alternativa, hay amplias zonas en que desaparecieron las rayas blancas y amarillas por completo y guiarse es andar a tientas por una autopista que puede llevar a la muerte.
Esperamos que el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC), que pone tanto empeño, por ejemplo, en cuidar un tramo de la avenida Abraham Lincoln próximo a la John F. Kennedy, reflexione sobre esto.