Por defecto, la proactividad es lo opuesto a la reacción. Proactividad significa actuar, con anticipación a determinados acontecimientos. En cambio, una reacción es una respuesta a esos acontecimientos.
He trabajado con industrias (sectores) que son fuertemente criticados por la prensa en oleadas o de forma estacionaria y todos esos colectivos se preocupan por reaccionar proactivamente, para que no los agarren “asando batatas”. Piensan que “después del palo dao, ni Dios lo quita”. Evitan el conflicto con la prensa y por eso evaden la confrontación. No reaccionan ante una crítica o ante un ejercicio pobre del periodismo que les perjudica, por no amplificar el daño.
Y así dejan pasar datos errados, imprecisos, a veces claramente falsos, coberturas sesgadas, que no cubren todos los lados de la historia, en las cuales los periodistas se dejan llevar por prejuicios sociales latentes o manifiestos.
La verdad es que nadie quiere confrontaciones con la prensa, porque es casi imposible salir ilesos de ellos, pero si ya la historia está en la calle, si nos perjudica y no fuimos proactivos, porque es imposible cubrir todos los flancos o simplemente porque fuimos ineficientes, ¿no es preferible reaccionar, dejar sentada nuestra posición antes que la percepción se asiente con una sola versión de la historia? Los refranes son gotas de sabiduría y todos conocemos ese que dice: “El que calla otorga”. Creo que, ciertamente, a veces, con riesgo medido, es preferible dejar pasar la bola, pero no debería ser lo ordinario.
Es posible ser “proactivos en la reacción”, término acuñado por mi colega y amigo Oscar Santamaría, para referirse a la práctica de dar respuestas rápidas, inmediatas, contundentes y efectivas cuando a una institución o sector industrial sea afectado por una crítica o por una pobre cobertura periodística.
Oscar es un consultor de comunicación de la firma Asesores de Comunicación Pública, con asiento en Madrid, y cuando viene a Santo Domingo, junto al socio principal de la firma, Luis Arroyo, o cuando yo voy a Madrid, los tres pasamos horas interminables de tertulia, riéndonos a mandíbula batiente sobre cualquier tontería o mezclando los temas serios, personales y profesionales, con una cantidad industrial de bromas y chistes. Pero en uno de esos momentos en que asumimos poses de archipámpanos de la comunicación, Luis me explicaba cómo ejercen en Asesores la “proactividad en la reacción”. “No les dejamos pasar ni una”, decía, refiriéndose a los periodistas.
Ante cualquier información imprecisa, equivocada o claramente falsa, Luis u Oscar toman el teléfono de inmediato y directamente llaman al periodista que firma la historia y lo documentan con informes, estadísticas, investigaciones, datos puntuales o fuentes solventes y le proveen una versión incombustible que ya tienen previamente preparada, porque han hecho con anticipación la tarea de desarrollar argumentarios ante los temas frecuentes, que siempre son predecibles. “Y la verdad, nos ha ido muy bien siendo proactivos en la reacción”. Si el periodista es profesional, sin duda alguna hará una segunda parte de la historia, con “nuestra verdad”. En el peor de los casos, nos llamará la próxima vez que vaya a publicar cualquier contenido que nos afecte.