Desde la primera revolución industrial hasta nuestros días, hemos visto cómo las innovaciones tecnológicas han convertido en obsoletos determinados empleos, sobre todo en la industria de transformación. Esto afectó la economía mundial y transformó el modo de vida de millones de personas. Y esto no ha parado desde ese momento histórico de la humanidad. A la par, sin embargo, se tejieron temores, no infundados, de que con la aparición de nuevas máquinas, modernos procesos y una más eficiente forma de producir los bienes y servicios que demandaban los consumidores, se crearía una crisis sin precedentes de consumo, ya que el desplazamiento de los empleos haría que las personas tuvieran menos ingresos para adquirir dichos bienes y servicios.
Un breve recuento por la historia de los avances tecnológicos pudiera arrojarnos luz sobre esta cuestión. La mecanización de la producción fue la primera revolución industrial, seguida de la producción en masa de bienes de consumo como segunda revolución, y a partir de la cual la electricidad y el transporte, en todas sus expresiones, se convirtieron en las innovaciones más trascendentales. La revolución digital, con la aparición del Internet, está catalogada como la tercera revolución, a partir de la que surgen los ordenadores y las computadoras personales. Hoy en día, se habla de una cuarta revolución industrial, o segunda revolución digital, la que está caracterizada por el uso de la inteligencia artificial, el big data, la realidad virtual y muchos otras expresiones de carácter tecnológico.
De ahí que, y según un artículo publicado en neurofilosofia.com, todo ha desembocado en una economía digital, en donde se popularizan los drones comerciales, la salud y educación digital, totalmente automatizada, entre otras. Todas estas revoluciones juntas han devenido en una pérdida de empleos en el mundo, creando lo que se denomina desempleo tecnológico. Pero con la cuarta revolución industrial parece que las cosas se complicarán aún más en cuanto a la desaparición de puestos de trabajo.
De hecho, según Klaus Schwab, del Foro Económico Mundial, en esta cuarta revolución industrial que se está viviendo en nuestros días, “parece ser que se están creando menos puestos de trabajo en nuevas ocupaciones que en las revoluciones industriales anteriores”. Antes había un efecto sustitución en términos de empleos desaparecidos y empleos creados. Actualmente el tema es más complicado. Por ejemplo, dice Carlos Toxtli, de una universidad de Virginia, que uno de los problemas vinculados a la pérdida de empleos con la revolución digital es el costo de los robots pues estos cuestan un 90% menos que un empleado, para el caso de Australia. En Estados Unidos, por ejemplo, y siguiendo las ideas de Toxtli, un empleado vale 80,000 dólares al año, uno externo US$30,000, en tanto que un robot, sustituye todas las tareas que hace el empleo, lo podrás adquirir por 15,000 dólares.
Sin embargo, aunque todo lo escrito anteriormente tiene mucho de verdad, la propia dinámica de la economía mundial va generando sus propias soluciones y, aun cuando no se sustituyen todos los empleos perdidos por los avances tecnológicos, aparecen otros alrededor de los nuevos empleos o, por otro lado, la gente tiende a capacitarse y a formarse para esta nueva economía porque, lo que es seguro, es que nadie muere en la víspera.