La pobreza no sólo es una condición socioeconómica que impide a seres humanos satisfacer sus necesidades básicas de alimentación, vivienda, educación, salud o acceso a agua potable, entre otros servicios. Estudios realizados por técnicos del Banco Mundial (BM) demuestran que vivir con estas precariedades afecta el conocimiento o la inteligencia de las personas.
La investigadora Karla Hoff, codirectora del Informe Sobre el Desarrollo Mundial 2015, sostiene que un resultado clave de las investigaciones recientes es que la pobreza afecta negativamente a las facultades cognitivas, y que la política referente a los pobres puede diseñarse de forma que reduzca algunos de sus efectos perniciosos en la capacidad de elegir y de elaborar planes para el futuro.
Al referir informes recientes, Hoff afirma que la pobreza en la niñez, que suele verse acompañada por fuertes tensiones y desatención de los padres, puede ir en detrimento del desarrollo cognitivo, por lo cual los programas públicos que proporcionan estímulos en la primera infancia son cruciales.
“En un estudio de veinte años de duración en Jamaica se concluyó que un programa destinado a modificar la manera en que las madres interactuaban con sus bebés hizo que los ingresos obtenidos por esos niños al llegar a la edad adulta superaron en un 25 % los de aquellos que no habían participado en el programa”, observa la experta.
A su entender, los responsables de formular políticas deberían tratar de que las decisiones cruciales no se adopten en períodos de escasez de recursos mentales, lo que puede implicar, para los agricultores pobres, tomar sus decisiones sobre matrícula escolar en períodos de mayores ingresos. Entiende que también pueden existir formas de simplificar decisiones complejas, como las de postularse para un programa de educación superior.
Hoff pone como ejemplo a cultivadores de caña de azúcar en India, a quienes se invitó a participar en una serie de pruebas cognitivas antes y después de que hubieran recibido los ingresos generados por sus cosechas. Destaca que los resultados fueron mejores después de la cosecha, cuando los recursos eran menos escasos, lo que se reflejó en un incremento equivalente a unos 10 puntos del cociente intelectual.