El gran salto hacia el desarrollo es un gran sueño que todavía no hemos podido cumplir. La brecha de desigualdad social sigue creciendo a pesar de nuestro gran crecimiento económico en las últimas dos décadas, uno de los más fuertes de la región, y a pesar del gran esfuerzo que se ha hecho para modernizar las instituciones del Estado y de la gran inversión pública que se ha realizado en programas sociales para sacar a muchos de la pobreza.
De acuerdo a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) el desempeño económico de República Dominicana es «sobresaliente» y «alentador». Somos líderes en la región en crecimiento económico. Somos el destino turístico #1 del Caribe y Centroamérica y el de mayor inversión directa extranjera de la región. El Banco Mundial nos coloca dentro de los países de ingreso mediano alto.
Sin embargo, nuestra economía es muy vulnerable y altamente dependiente de las importaciones y del auge económico de los Estados Unidos, nuestro principal socio comercial, de donde proviene casi el 40% de los turistas y de donde recibimos la mayor parte de las remesas. Por el momento, el déficit de nuestra balanza comercial se mantiene en niveles razonables como proporción del producto interno bruto gracias a los superávits del sector turismo, de las remesas y de la industria de zonas francas, en donde la mayor parte de las empresas son multinacionales americanas.
Los factores externos han sido favorables, pero se ven amenazados, hoy en día, por la intensa competencia, en un mercado cada vez más globalizado y transformado por las nuevas tecnologías. Nuestra capacidad para generar divisas y solventar la deuda está limitada. Somos fundamentalmente una economía de consumo con una producción nacional para la exportación que no es suficiente para sostenerla. Hemos basado nuestro modelo económico en regímenes de incentivos fiscales y mano de obra barata poco calificada, factores que ya hoy no son suficientes para garantizar la competitividad.
Se requiere un cambio estructural que conlleve a la diversificación y sofisticación de la producción exportadora. Por ello, la importancia de focalizarnos en los factores internos y redefinir las estrategias nacionales así como las políticas públicas y los programas articulados con los diferentes sectores para lograr la transformación del tejido productivo nacional y lograr mayores niveles de competitividad que nos permitan aumentar nuestras exportaciones y dinamizar nuestra economía. Esto requiere de un gran esfuerzo y compromiso por parte de todos los sectores para encaminarnos hacia una economía basada en conocimiento, desarrollando incentivos económicos y regímenes institucionales, fortaleciendo la educación y los recursos humanos, desarrollando nuestro sistema nacional de innovación y propiciando infraestructura tecnológica.
La innovación es el único camino para garantizar la competitividad nacional y el desarrollo de nuestro país.