La Asociación Nacional de Empresas e Industrias Herrera (ANEIH) está preocupada por la caída significativa que ha venido experimentando el ritmo de crecimiento de la economía. La organización empresarial entiende, y con razón, que de continuar este comportamiento algunas metas podrían complicarse.
Y me pregunto: ¿Por qué ser Presidente de un país que decrece en su ritmo de crecimiento, que el déficit fiscal es constante, que su deuda pública es alarmante, que la creación de empleos es muy lenta, que sus ingresos fiscales son deficientes, que la justicia no se aplica con equidad, que la delincuencia común va in crescendo, que la impunidad parece reírse en la cara de todos y que las oportunidades de mejoría son limitadas para la mayoría? ¿Será que el Estado es inagotable?
Soy optimista. Siempre llevo la ropa del optimista puesta. Creo que nuestra economía, con ajustes que lamentablemente habrán de ser drásticos, podrá fortalecerse. Si crecemos 5% en 2019, que creo que sí es posible, es una noticia positiva. Sin embargo, me pregunto cómo este crecimiento se reflejará en al bienestar la gente.
Sólo hay que analizar cuáles son los sectores que más valor le agregan al producto interno bruto (PIB) para notar dónde está el fallo. La generación de empleos de calidad es una deuda pendiente desde hace muchos años en nuestro país. La minería, telecomunicaciones y servicios, junto con zonas francas, están teniendo un protagonismo preponderante en nuestra economía. Y no está mal. El hecho es que hemos descuidado a la industria nacional, aquella que sí está en capacidad de multiplicar el bienestar de todos sobre la base de empleos de calidad.
Hemos olvidado que a un dominicano le duele más su patria. Los empresarios locales invierten más convencidos de su aporte al desarrollo del país, pues siempre tendrá más que perder que cualquier otro. La inversión extranjera siempre será importante, pero como ha dicho Campos de Moya: la industria nacional genera empleos aquí, paga impuestos aquí y aporta al desarrollo de aquí.