El Banco Central tiene la función legal de mantener la estabilidad de precios e impulsar una política monetaria que contribuya con el crecimiento económico. La verdad hay que decirla: ha quedado muy bien si juzgamos por los resultados.
Sin embargo, el buen ejemplo, en este caso, no viene dado por cumplir con su misión; se trata de un proyecto de eficiencia energética que habrá de ser una buena señal y un referente para el resto de las instituciones del área financiera del Estado.
El Banco Central se ha sumado a la generación de energía eléctrica mediante la instalación de paneles solares en sus edificaciones, lo cual constituye un excelente ejemplo de eficiencia y de preocupación no sólo por reducción la factura eléctrica, sino por proteger el medio ambiente.
En los dos primeros sistemas instalados, uno en el Centro de Conservación de Documentos y otro en el edificio de su antigua sede, el impacto positivo a favor del medio ambiente se estima en que se dejará de emitir alrededor de 156 toneladas de CO2 al año, mientras se prepara un sistema de generación de 300 kilovatios a instalarse en la oficina regional de Santiago.
Este tipo de acciones, que sé lo han hecho otras entidades del Estado, debería ser una norma, una obligación o un mandato que baje desde el Poder Ejecutivo, a fin de no sólo dar una señal clara desde las instalaciones estatales de lo que significa proteger el medio ambiente, sino adoptar una política general de eficiencia energética.
Las escuelas, hospitales, ayuntamientos, ministerios y demás dependencias del Estado deberían tener sus techos forrados de paneles solares. Esto no sólo redundaría en favor de la economía, es decir, con una gestión estatal más eficiente, sino que se enviaría una señal contundente a la sociedad en sentido general. Es pertinente recordar que no somos un país productor de petróleo ni de carbón mineral y esos combustibles se compran con muchos dólares y es constante.