Desde 1996 la única medida de bienestar económico ha sido el crecimiento económico. Hemos crecido de forma vertiginosa, esto es cierto. Ahora bien, ha sido un crecimiento que se justifica en sí mismo y que no conoce ningún límite: un crecer por crecer apoyado en un total desprecio de la norma institucional, del medio ambiente y de la dignidad del ser humano. ¿Es esto válido? ¿Es esto correcto?
Hoy, la Laguna Rincón, y con ella todo el Sur, muere de sed; las montañas de nuestra sierra son madera extraída y arenas dragadas, nada más; nuestras playas son basura que puebla las portadas de revistas extranjeras. ¿Es esto lo que nos ha comprado el crecimiento?
Hoy, la sociedad dominicana está profundamente envilecida y dividida; donde unos no tienen nada y todo lo vende y otros lo tienen todo y todo lo compran. Todo se mide en dinero. La educación de nuestros niños y jóvenes cada vez es más atrasada. El arte y la expresión cada vez más escasos, parecen morir, al son de un dembow que canta al exceso y al despilfarro desde la literalidad de un infante. Nuestras niñas y mujeres condenadas a la inequidad y valer sólo como reproductoras. A pesar de los millones de millones, no hay salud; no hay esperanza para el anciano, ni para el niño. ¿Es a esto a los que aspiramos con el crecimiento?
Esta dantesca realidad aunque horrible, presenta a los dominicanos hoy la posibilidad de reinventar nuestro sistema económico y replantearlo para que, enraizado en la libertad individual, ponga límites al exceso y proteja el bien común.
Desde aquí, quisiera hablar de un concepto nuevo, la “Economía del Donut”. Una teoría económica desarrollada por la investigadora de la Universidad de Oxford, Kate Raworth, y publicado en el 2017, y que nos invita a limitar el actuar económico entre dos círculos, de ahí el nombre.
Al centro, están los fundamentos sociales mínimos a que debe aspirar cualquier sociedad moderna: agua potable en cada casa, alimentación suficiente para el mantenimiento de la vida humana, derecho a salud y educación universal, igualdad frente a la ley de todas las personas, derecho a la vivienda digna, acceso a fuentes limpias y suficientes de energía y comunicación, etc. A lo externo, están los limites que nos da el propio planeta: Cambio climático, la acidificación de los océanos, la contaminación química, la contaminación atmosférica, la reducción de la biodiversidad y del agua dulce.
Si las nuevas autoridades se acercan a nuestro desarrollo económico velando, de un lado, por garantizar nuestros derechos mínimos y, por el otro, por cuidar de nuestro territorio, estaremos entrando a una nueva realidad.