La pandemia causada por el covid-19 ha traído consigo una nueva dinámica de vida, de relaciones laborales, personales, familiares y, por qué no decirlo, hasta de plantearse el futuro inmediato. Hay una nueva economía producto de las nuevas formas en que los modos de producción interactúan.
Los profesionales del periodismo, especialmente quienes trabamos con temas económicos y financieros, no estamos exentos de palpar, en primera fila, el devenir de este contexto agreste, desafiante y repleto de incertidumbre, especialmente para aquellos que miran al corto plazo.
Sin embargo, es preciso dejar por sentado que ejercer el periodismo económico es y será siempre un privilegio. Conocer de primera mano los acontecimientos que moldean la sociedad, ya que cada ser humano es un ente económico, constituye un verdadero honor y privilegio.
Y esto no se trata de entender de qué es el índice de inflación o el producto interno bruto (PIB); la forma en que los gobiernos distribuyen el presupuesto público o cómo debe endeudarse una familia; el significado de hacer periodismo especializado en economía y finanzas resulta de una combinación perfecta del ser humano que ejerce una carrera del área de humanidades con otra que estudia las relaciones del individuo con la sociedad, su entorno y los medios de producción.
Ahora bien, ¿qué dice la realidad dominicana en términos económicos y los desafíos que plantea al porvenir cercano para nuestra profesión? Todo obra para bien. Mientras más informaciones se generen, sean éstas negativas o positivas, más trabajo habrá para nosotros. Es harto conocido que la economía y la política están muy entrelazadas por la inmensa cantidad de intereses en que convergen.
El periodismo económico, ejercido por profesionales especializados, está comprometido con hacer un correcto uso del conocimiento, ya que tiene el poder de ejercer presión, a veces incorrecta, en las decisiones más importantes para la sociedad.
Nos toca interpretar esta realidad sí o sí. Como seres humanos, los periodistas también padecemos las mismas cargas de estrés que la generalidad de la población. El hecho de manejar tanta información, la mayoría desalentadora en estos días, nos produce una emanación de incertidumbre respecto al futuro del país y, por vía de consecuencia, ahí vamos nosotros como parte de la sociedad.
Ya está demostrado que el periodismo está entre las diez carreras o profesiones de mayor estrés en el mundo. En tiempos de pandemia esta variable es aún más pronunciada. Igual le pasa a los médicos y miembros de las fuerzas armadas y demás cuerpos de seguridad y sanitario, pues deben cuidar de los demás, de sí mismos y de sus familias.
Ante la adversidad es necesario ser optimista. Las energías negativas, que de por sí traen las crisis, deben ser echadas a un lado y dar paso a lo positivo, a todo lo que puede contribuir con mejorar el estado de cosas.
La nueva normalidad ha hecho pisar el acelerador de la transformación del mercado laboral. El covid-19, quizá por asuntos del destino, llegó durante la cuarta revolución industrial, la cual se caracteriza por la masiva utilización de las herramientas tecnológicas para ser productivos.
¡Todo obra para bien!