El Sistema Dominicano para la Calidad (Sidocal) o infraestructura de la calidad (IC) debe ofrecer asistencia técnica para potenciar las oportunidades de exportación. En todas partes representa una caja de herramientas técnicas que facilita las certificaciones correspondientes contra leyes nacionales e internacionales, normas, reglamentos técnicos, directrices, guías y requerimientos concretos de clientes globales.
Alguien tiene que certificar que nuestras empresas cumplen, por ejemplo, con las directrices de la UE, las conocidas regulaciones US FDA y las normas de seguridad. Es de inestimable ayuda también cuando algunas empresas globales presentan sus propios requerimientos. Uno de los más conocidos ejemplos es el EUREPGAP. Se trata de un programa privado de certificación voluntaria en el que, según nuestro último dato, participan 24 grandes cadenas de supermercados de Europa Occidental.
Hace énfasis en la garantía de la inocuidad alimentaria y en la trazabilidad de los productos. De lo expuesto podemos concluir que la IC ayuda a cumplir tanto las especificaciones de consenso (normas voluntarias) como los requisitos reglamentarios (ámbito obligatorio).
En general, este proceso -evaluación de la conformidad-, que incluye certificación, mediciones trazables, inspecciones de nuevo tipo, calibraciones de instrumentos y equipos, y análisis y ensayos, contribuye al reforzamiento de las fortalezas competitivas de las empresas y, consecuentemente, favorece el acceso a los mercados más regulados del mundo.
Ahora bien, ¿la importancia de la IC solo se refiere exclusivamente al soporte técnico que puede ofrecer para asegurar el éxito de las iniciativas de nuestras empresas en nuevos mercados? No, quienes compiten con la producción nacional no solo están fuera del país. Sus significativos progresos podemos advertirlos en las importaciones y en el comercio interno, tanto mayorista como minorista. No puede perderse de vista la enorme importancia actual de los supermercados en el comercio de nuestros días.
Se estima que los de la región compran 2.5 veces más frutas y vegetales a los productores locales que todas sus exportaciones al resto del mundo. Obviamente, sus proveedores están compelidos a cumplir requerimientos de calidad, requisitos de higiene e inocuidad, así como ofrecer garantías de trazabilidad de los productos. En este proceso, la IC debe ser un participante muy activo.
La grandes y medianas empresas se ven afectadas por el fenómeno de la globalización, pero las Pymes son las grandes perdedoras. Si la IC no funciona bien y no llega a ellas, estaríamos propiciando la competencia desleal y poniendo en peligro su permanencia en los mercados.
De hecho, estas especiales unidades productivas representan, en materia de calidad, el más débil eslabón del sistema productivo nacional. Así las cosas, la IC debe ofrecer por igual sus servicios a los que se aventuran en el mercado global y a los que actúan en el mercado nacional.
En las condiciones actuales, ¿pueden nuestras Pymes cumplir con todas estas exigencias? ¿Tienen fondos suficientes para contratar servicios de asistencia técnica de tercera parte en las materias que ya sabemos son de la competencia de una IC? ¿Para qué pagan nuestros contribuyentes la nueva institucionalidad llamada Sidocal?
Buenos ejemplos siempre tenemos. Uno de ellos es el anunciado por Supermercados Nacional: el Criollo de Origen Nacional. Un programa que alienta (y ayuda) a la producción criolla a prevalecer en su propio mercado.
¿Por qué no se ve la participación de nuestro Indocal en esta iniciativa? ¿Será cierto que su éxito puede asegurarse sin el cumplimiento de requisitos normativos y reglamentarios, al margen del necesario compromiso de los actores participantes?