[dropcap]S[/dropcap]in decir una sola palabra (en público) el presidente Danilo Medina ha dado cátedras de cómo devolver la medicina que le dieron en 2008 cuando dijo que lo había vencido el Estado. Su popularidad es, sin duda, envidiable.
La forma en que se ha desarrollado el proceso de “llevar al Presidente” a aceptar una repostulación para el período 2016-2020, mérito que llevan el ministro Administrativo José Ramón Peralta y el director de Comunicación de la Presidencia, Roberto Rodríguez Marchena, parece un guión sin desperdicios. Todo ha salido sin cortes. Paul Joseph Goebbels estaría celoso del manejo mediático.
Leonel Fernández, acostumbrado a los aplausos y elogios, tuvo que tragar en seco desde que el 19 de abril de este año sufrió su primera gran derrota política. Él no sabía a qué sabía perder. Por supuesto, el trago fue más amargo e incómodo porque el descalabro de su popularidad surgió a lo interno del partido que preside. ¿Se hace leña del árbol que no ha caído?
El candidato del PRM Luis Abinader, a juzgar por los números que le dan las últimas encuestas y el crecimiento experimentado luego de la convención de su partido, debe estar “riéndose hasta con la última muela”. Todo indica que algún día podría ser presidente del país y que su coherencia mental lo ubica como un político que tiene la cabeza “bien amueblada”. Hay futuro con Abinader, pero, por supuesto, eso “dependerá de la dependedura”.
Miguel Vargas, candidato presidencial por el alicaído PRD, está en la peor posición. Su asiento está en la última y lejana fila del escenario de posibilidades y todo indica que apenas le queda un hálito, el cual deberá aprovechar. Por supuesto, si el orgullo se lo permite. ¿Qué opciones tiene Micky?
¿Qué resta esperar ahora? Posiblemente una alianza opositora que por lo menos le haga sombra al poder que irradia la popularidad de un Presidente que, sin hablar, ha dicho que estaría dispuesto a “sacrificarse”.