Como si nada, sí, como si nada, leemos este titular en los medios de comunicación: Intrant pide a la empresa Uber no prestar servicios en los entornos de aeropuertos. No se trata de defender una multinacional, como de hecho es Uber, sino de ponerse del lado del país, de los usuarios, de la competitividad o del turismo.
Me importa que sea Uber, DiDi o Cabify. Es lo de menos. Aquí se trata de un choque de intereses a favor de unos pocos en perjuicio de la mayoría. No sólo se pone en riesgo la posibilidad de establecer un sistema de libre competencia, como debería garantizarlo toda la economía de libre mercado, sino de velar por que los turistas accedan a un servicio seguro, económico, eficiente y con la calidad suficiente.
¿Qué tienen que hacer los taxistas y transportistas tradicionales? Innovar, superarse, ser mejores y competir sobre la base de calidad y precio. Si pasamos balance, estas son las consecuencias de poner el queso en manos del ratón, como se dice popularmente.
El regulador del sector, aunque quiera desvincularse, obedece a su pasado conectado con los poderosos gremios, los famosos padres de familia escudados en que tienen derecho a buscarles la comida a sus hijos. De esta manera no se logra ser competitivo.