[dropcap]A[/dropcap] lo largo de mi carrera profesional como consultor y especialista en temas relacionados con las micro, pequeñas y medianas empresas (Pymes), he descubierto que existen muchos mitos alrededor de estas unidades productivas, así como muchas verdades y mentiras con la cuales se convive a falta de aclaraciones oportunas y certeras.
Una verdad insoslayable es que las Pymes aportan de manera significativa a la formación del PIB y a la estabilidad social. En el mismo rango de las verdades, se encuentra el hecho de que generan una gran cantidad de empleos y son un aliciente en una economía que presenta rigideces estructurales en su aparato productivo.
Otra verdad es que cuando las políticas públicas y los programas gubernamentales de fomento a las Pymes son serios, es decir, se le dota de recursos suficientes para su implementación, pueden contribuir al desarrollo de este importante sector.
Una de las mentiras más socorridas sobre las Pymes es que su principal problema es la falta de financiamiento. Sin embargo, muchas Pymes quiebran aun cuando se registra un incremento en su bancarización, bajan las tasas de interés, y aparecen instrumentos financieros como las tarjetas de crédito. De hecho, en algunos casos, tomar un préstamo se convierte en un problema si con él no es posible generar un flujo de efectivo positivo para la empresa. Otra cruel mentira es que si se formalizan tendrán mayores oportunidades de desarrollo.
La formalización puede ayudar en la medida en que las Pymes pueden hacer más negocios, se desarrollan mercados de exportación y la economía crece impulsada por un incremento en la demanda de consumo.
Y una mentira recurrente es que no es tan malo pagar impuestos y que, en muchos casos, estos tienen un balance cero desde el punto de vista de que el empresario, como agente de retención, lo cobra al consumidor (en el caso del ITBIS) y solo lo tiene que transferir. Pero los impuestos son un resultado de la actividad productiva; esto es, el pequeño y mediano empresario tiene que invertir, asegurarse de que haya la producción, que se venda en el mercado y que se genere ganancia.
Mientras tanto, el Estado, con sus mecanismos de represión impositiva, solo está al acecho, te clava un anticipo sobre expectativas de utilidades, y te sumerge en una ansiedad que pone a prueba diariamente tu resistencia como agente económico. Pero, con verdades y mentiras, las Pymes sobreviven y permiten que cientos de miles de hombres y mujeres tengan la posibilidad de generar los ingresos necesarios para mantener su entorno familiar.