El peso dominicano ha gozado de relativa estabilidad durante años. Luego de la crisis financiera de 2003, cuando la cotización del dólar alcanzó niveles sin precedentes, por lo menos de manera brusca, la moneda local ha seguido una ruta de certidumbre que le ha valido al país como punto de referencia, entre otras cosas, para ser un destino de inversión.
Igual ha sucedido con la inflación. República Dominicana tiene registros de niveles relativamente bajos de inflación anual. Los precios, salvo las excepciones de lugar o cuando ocurren movimientos en el mercado petrolero, registran mucha tranquilidad.
La velocidad de devaluación, hay que admitirlo, ha sido clave para que los sectores económicos vayan ajustando algunas variables en sus operaciones. Sin embargo, no siempre suele ser así. Gota a gota se ha ido llenando la copa y lo peor, a decir de algunos, la reacción ha resultado ser un tanto tardía, aunque no definitiva en cuanto la posibilidad de darle solución. Si todos los meses le suben un peso a la libra de azúcar, el finalizar el año costará 12 pesos más y eso, dependiendo del valor inicial, tiene sus consecuencias.
Este ejemplo es comparable con los costos de algunas empresas, tales como supermercados, industria de calzados, mipymes, hoteles, combustibles, transporte aéreo, agrícolas y constructoras, entre otras. Cada dos años, independientemente del contexto, hay una revisión salarial en el país que sienta en la mesa a tres sectores: gobierno, patronos y empleados, sólo para mencionar un elemento de alta ponderación en los costos de las empresas. Y no se puede soslayar lo que significa los costos asociados al proceso productivo más allá de los recursos humanos.
Es pertinente reconocer el trabajo que han hecho las autoridades monetarias con miras a mantener la estabilidad relativa del peso dominicano y el control de la inflación. Estos dos variables agregan costos y limitan el poder adquisitivo de todos los que interactúan en el mercado.
¿Se pueden identificar algunos factores de devaluación en la economía dominicana? Lo primero que debe decirse es que ha habido estabilidad, aunque esto no signifique que el valor del peso se haya quedado estático frente al dólar. Tampoco debe suceder así. Las monedas no tienen valor en sí mismas, sino lo que representan, pues sólo son una representación de la riqueza que tiene un país.
¿Por qué puede devaluarse una moneda? Por un aumento en la cantidad de circulante sin el respaldo que debe darse por la generación de riquezas de un país; por una disminución de la demanda de la moneda local o un aumento inesperado en la demanda de moneda extranjera o su escasez, pero también por algún desequilibrio en la balanza comercial. Probablemente el lector puede identificar algunas de estas variables en el caso dominicano.
El factor confianza, intangible económica con un poder devastador en cualquier economía, ha estado ausente en la realidad dominicana. No podría decirse lo mismo si la realidad fuera otra.
Ahora bien, a pesar de lo que ha sucedido en el pasado reciente, la devaluación acumulada durante los últimos seis o siete años supera el 19%, mientras que la devaluación del peso frente al dólar, aunque parezca imperceptible, pasó del 30% en este período. Sólo en 2020 el peso perdió casi un 10% de su valor.
Lo mejor de esta verdad es que ha sido una devaluación paulatina, paso a paso, lo que ha evitado ruidos en la economía e incertidumbre en los agentes económicos. Cuando la tasa de cambio “ha querido salirse de control” las autoridades monetarias ha sido proactivas. Eso tiene valor en sí y genera confianza en la economía.