[dropcap]E[/dropcap]l tema del gobierno corporativo llegó para quedarse. Así como la gobernabilidad a un nivel macro-político es de suma importancia para la estabilidad y la calidad de las instituciones políticas de la democracia, la gobernabilidad a nivel micro-empresarial ha devenido en un tema de primer orden en la discusión sobre cómo mejorar la productividad, la competitividad, la responsabilidad social y la eficiencia en el desempeño de las empresas.
El mayor énfasis sobre el gobierno corporativo se pone en las entidades reguladas, como las de intermediación financieras y aquellas que deciden participar en el mercado de valores, dadas las características particulares de las mismas de que captan dinero del público para prestarlo a terceros o financiarse, dependiendo el caso, y cualquier falla en una de esas entidades puede afectar el conjunto del sector financiero y de la economía en general.
Ahora bien, esto no excluye que los principios que sirven de sustento al buen gobierno corporativo no tengan aplicación también en las empresas industriales y de servicios que hayan alcanzado un cierto tamaño y complejidad, aún las de carácter familiar.
La teoría del gobierno corporativo se nutre mucho de valores, principios y reglas del constitucionalismo liberal-democrático. En efecto, uno de los ejes fundamentales de este último es el denominado mecanismo de “checks and balances”, peso y contra-peso, el cual sirve no solo para contener los abusos de poder sino también para producir decisiones mejor informadas, sopesadas y donde se asegure el respeto de las minorías. Es decir, el constitucionalismo ciertamente procura que cada poder del Estado actúen dentro de los límites que se le han asignado, pero también, por su propia lógica, contribuye, si es bien aplicado, a mejores decisiones y a una gobernabilidad política más efectiva.
El gobierno corporativo se sustenta en principios similares. La estructuración de instancias de gobierno, dirección y gerencia de una empresa que procura maximizar la productividad, competitividad y eficiencia debe tener como la doctrina de los “checks and balances” en torno a las nociones de control, escrutinio, supervisión, rendición de cuentas y transparencia. La razón de ser de esto es que las empresas, en la medida en que se hacen más complejas y se enfrentan a entornos competitivos nacionales e internacionales cada vez más demandantes, necesitan superar los estilos tradicionales de gobierno y gestión basados en el personalismo y la falta de controles.
Varios objetivos se persiguen con estos mecanismos de gobierno corporativo. Uno de ellos es calibrar mejor los riesgos y manejarlos de manera más inteligente cuando se presentan. No hay dudas de que, ante situaciones económicas complejas, unas estructuras de dirección y gestión empresarial que cuenten con mecanismos de pesos y contra-pesos podrán enfrentar estos desafíos de manera más eficiente que si la empresa fuera manejada en función de los criterios particulares de un gerente omnipotente.
Otro objetivo es el manejo de informaciones y criterios múltiples para tomar decisiones más inteligentes a la hora de decidir cambios y expansiones. Otro, por supuesto, es evitar el fraude, el dispendio y el manejo irresponsable de los recursos por parte de directivos y gerentes sin supervisión y control.
Un buen gobierno corporativo procura también elevar la mística de los empleados al hacerlos sentir parte de una estructura empresarial cuyos aportes son valorados sin importar en el nivel gerencial en el que se encuentren. Las instituciones del sector financiero son las que han tenido que adecuarse más rápidamente a las exigencias de un gobierno corporativo con estas características.
La importancia de medir apropiadamente el riesgo, tomar decisiones inteligentes sobre cómo colocar los fondos provenientes del público y evitar los fraudes y malos manejos por parte de directivos bancarios que tienen en sus manos dineros que pertenecen a otros, ha hecho que los principios del gobierno corporativo sean ya una exigencia legal inevitable en la época contemporánea, especialmente luego de las crisis financiera que afectó hace unos años a muchas economías del mundo.
Las autoridades responsables de la regulación monetaria y financiera han hecho importantes avances en crear las bases normativas sobre las cuales se debe construir el gobierno corporativo en esas instituciones. Pero con el paso del tiempo este proceso deberá alcanzar a otras empresas fuera del sector financiero si es que las mismas quieren mantenerse vitales y productivas en un entorno económico cada vez más cambiante, exigente y competitivo.