[dropcap]L[/dropcap]a ecuación de las relaciones comerciales y diplomáticas con Haití es relativamente sencilla: un Estado fallido que le quiere hacer la vida imposible a un país cuyo único pecado ha sido permitirle a sus ciudadanos buscar una mejor vida, y a una economía que le ha evitado una posible hambruna.
Pero así son los políticos haitianos, no así los pobres de ese país, los que viven aquí y allá, los que caminan con la cabeza baja para no buscarse problemas pues lo único a que aspiran es a conseguir un trabajo que le permita obtener unos pocos ingresos para guardar y luego enviarlos en forma de remesas hacia Haití. Pero los políticos y diplomáticos haitianos están acostumbrados a la manipulación, y por mucho tiempo han vivido de ello.
Si ampliamos la ecuación se darán cuenta de que los políticos y diplomáticos haitianos saben que son ellos los culpables de la situación por la que atraviesan los haitianos que han huido de su país y están regados por todo el mundo.
La comparación de algunos indicadores económicos de RD y Haití podría ser suficiente para sacar conclusiones. En efecto, al 2014, el PIB per cápita de Haití era de apenas 627 euros, en tanto el de RD alcanzaba los 4,571 euros.
Al finalizar 2014, las exportaciones dominicanas se situaban en 7,445 millones de euros, y las haitianas apenas a 711.3 millones de euros. Como Haití produce poca cosa, sus importaciones son elevadas en relación a sus exportaciones, llegando a de 2,664.7 millones de euros, es decir, más de tres veces sus exportaciones, generándose, obviamente, un amplio déficit en su cuenta corriente.
La densidad poblacional de Haití es particularmente elevada y el crecimiento de la población es uno de los más altos de América Latina. De ahí que el crecimiento de la producción ha sido probablemente más bajo que el crecimiento de la población, lo que lleva a la conclusión de que, como diría Malthus, a menos que ocurra una catástrofe natural, o los haitianos se vayan de su país, llegará un momento en que se producirá una hambruna en ese país.
Y los políticos y diplomáticos corruptos haitianos saben toda esta información y juegan con ella. Han vendido la pobreza haitiana como su principal producto de exportación y cobran caro por esto.
Y lo peor es que determinados organismos y entidades no gubernamentales que también viven de esta situación, hacen causa común buscando mantener el estado de cosas y continuar sacando provecho.
Bajo esas circunstancias, Haití no representa buen negocio para República Dominicana.