[dropcap]U[/dropcap]na nueva generación de jóvenes se destaca en las sociedades latinoamericanas y es la llamada NINI, es decir, jóvenes que ni estudian ni trabajan. Esta calificación no es fortuita, sino que es el resultado de una condición social a la que ha sido empujada una gran cantidad de jóvenes entre los 15 y 29 años.
Según la Comisión Económica para América Latina (Cepal), al 2012 cerca de 30 millones (20% del total) de jóvenes de entre 15 y 29 años de la región, no estudiaban ni tenían un trabajo remunerado. Un dato relevante es que del total de jóvenes identificado como NINI, cerca de un 70% era mujer y habitaba en los centros de las ciudades latinoamericanas.
Esta condición convierte a los jóvenes en un excelente caldo de cultivo para la marginalidad, la delincuencia y la prostitución. Así, observamos cómo la juventud se ha vuelto más violenta, viven en sectores en extremo marginados, tiene tendencia a delinquir bajo la justificación de la sobrevivencia económica, al tiempo que se prostituyen con igual argumento.
Dos preguntas surgen a raíz de la problemática descrita. La primera de ellas es si los jóvenes no estudian por falta de acceso o porque la escuela no le es atractiva. La segunda pregunta es si la juventud se cansó de buscar empleo frente a mercados laborales rígidos o si decidió transitar una ruta más corta para la generación de ingresos. Las respuestas no son tan fáciles ni evidentes.
Con la permanencia de esta situación se compromete el futuro de América Latina (Siteal, 2014) y, en particular, de RD, en donde se determinó que, al 2012, existían 731,995 jóvenes dominicanos entre los 18 y los 24 años que no estudiaban ni trabajaban. Se puede colegir, también, que los jóvenes NINI proceden generalmente de hogares pobres, con una alta probabilidad de constituirse en elementos multiplicadores de pobreza y marginalidad.
Algunos estudiosos plantean que esta situación pone en evidencia la incapacidad del Estado de diseñar e implementar políticas educacionales y laborales que reviertan esta tendencia y que permitan descubrir nuevas formas de inserción de los jóvenes al trabajo y a la educación. Pero la tarea es compleja y no creemos que sólo el Estado sea el culpable de la situación.
Lo cierto es que muchas familias enseñaron a los jóvenes a gastar dinero y le abrieron el camino del consumo; pero ahora los jóvenes no tienen dinero para gastar, los empleos son difíciles e indecentes, así como lo son los salarios.
Bajo esta situación, no estoy tan seguro de si los NINI disminuirán o aumentarán en número y porcentaje.