La generación de empleos verdes es uno de los instrumentos más idóneos para luchar contra el cambio climático y el calentamiento global. Este tipo de empleos, definido como aquella actividad productiva que se realiza en empresas que son amigables al medio ambiente, al tiempo que tienen tendencia a impactar positivamente a los recursos naturales, está alineado, también, con el desarrollo de una economía verde, la cual da lugar al mejoramiento del bienestar humano e igualdad social, mientras se reducen significativamente los riesgos medioambientales y la escasez ecológica (PNUMA, 2016).
La pregunta fundamental aquí es ¿cómo se impulsa una economía verde que, a su vez, desarrolle empresas de vocación verde, las cuales puedan crear empleos netamente verdes? Desde nuestro punto de vista, toda respuesta a esta interrogante se encuentra en la posibilidad de que se puedan promover reformas en las políticas públicas, básicamente, en la política financiera, monetaria y fiscal de los países, de modo que incidan en el desempeño de los sistemas financieros para incluir, a través de diferentes instrumentos, fórmulas que permitan diseñar productos y servicios bancarios para financiar a empresas que tiendan a la producción de bienes y servicios con vocación también verde.
Reconocemos, sin embargo, que esto no es simple, y que no se trata de medidas de corte populista pues implican modificaciones al modelo productivo que ha estado basado, durante bastante tiempo, en la utilización de combustibles fósiles que, al mismo tiempo, les ha dado resultados tanto a inversionistas privados tradicionales como a los gobiernos.
Sin embargo, y como ha referido Bill Gates en su último libro ¿Cómo evitar un desastre climático?: “Para detener el calentamiento global y evitar los peores efectos del cambio climático, los humanos debemos dejar de emitir gases de efecto invernadero a la atmósfera. Si nada cambia, el mundo seguirá produciendo gases de efecto invernadero, el cambio climático seguirá empeorando y el impacto en los seres humanos con toda probabilidad será catastrófico. Pero las cosas pueden cambiar”.
Y uno de estos cambios es mover a los sistemas financieros hacia una intermediación financiera que implique créditos verdes para empresas igualmente verdes. Pero, para ello, se requiere movilizar primero a la política financiera, monetaria y fiscal, tanto desde la óptica de la estandarización de productos y servicios financieros vinculantes, como desde el establecimiento de políticas regulatorias que consideren la existencia de activos verdes que sean transparentados en los estados financieros, tanto de los intermediarios financieros como de los bancos centrales.
En ese mismo orden, se debe apoyar, desde una política financiera reformulada, el apoyo al desarrollo de títulos financieros verdes que estén sustentados en iniciativas empresariales climáticas con rendimiento positivo en los mercados. Por último, también se debe considerar el establecimiento de medidas de política monetaria que integren el análisis de riesgo climático en los marcos de garantías y carteras de los bancos centrales.
Tal vez todo esto que estamos proponiendo se vea hoy muy complejo y lejano, pero ese es el futuro y a eso debemos apostar.