Estados Unidos propuso una tasa mínima de impuesto global a las empresas multinacionales de un 21%, pero como si fuera poco, los gobiernos del mundo, por décadas, han trato de bajar al mínimo los impuestos a las empresas multinacionales para atraerlas a su territorio, siendo esto una competencia que le ha dado una gran ventaja a las mismas compañías al dejarlas en una excelente posición negociadora que les permite decidir si quedarse o no en un país A, cuando en otro país B, le ofrecen una menor tasa impositiva.
Con esto en mente, la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, anunció que los Estados Unidos apoya la creación de una tributación mínima global a las sociedades para poner fin a 30 años de carrera a la baja en las tasas de impuestos corporativos, persiguiendo el objetivo de favorecer los sistemas fiscales estables y justos.
De inmediato, gobiernos como Alemania, Francia y España, además de organismos como la Comisión Europea, coincidieron en que se podría acelerar el ritmo de las negociaciones sobre esta materia.
La idea del “mínimo global” surge como un método para detener la competencia entre los países por ofrecer impuestos cada vez más bajos a las grandes corporaciones, que, en la práctica, los gobiernos podrían seguir fijando cualquier tasa impositiva, pero luego los países de origen de las compañías podrían “recargar” sus impuestos a la tasa mínima acordada, lo que eliminaría la ventaja fiscal de trasladar las ganancias a un paraíso fiscal.
La importancia de este impuesto radica en que quienes promueven señalan que es una manera de homogeneizar el sistema tributario internacional, evitando que las corporaciones cambien sus operaciones de un país a otro en busca de mayores ventajas, de igual manera, con la crisis económica asociada al Covid-19, un sistema impositivo con menos beneficios para las multinacionales permitiría que los gobiernos aumenten su recaudación fiscal.
Otra de las razones del porque los países exigen este tipo de tributo es porque cada vez más las tributaciones provenientes de fuentes intangibles como patentes de medicamentos, software y otros servicios digitales han migrado a tributar a paraísos fiscales.
Ahora bien, ¿Por qué el mínimo del 21%? El impuesto mínimo global es un pilar esencial del plan de gasto en infraestructura de US$2 billones del presidente Joe Biden, el cual, para el financiamiento de este plan, el mandatario ha propuesto subir tasa impositiva corporativa de Estados Unidos al 28%.
Sin este “mínimo global”, Estados Unidos podría quedar en desventaja con respecto a otras economías importantes que tienen tasas impositivas menores, es por esto que el gobierno americano esta jugando con dos estrategias, un alza dentro de sus fronteras y otra fuera de ellas.
Este es un tema que se viene tratando desde el 2013 bajo el liderazgo de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), que se ha visto con un gran impulso por la casa blanca al dar su apoyo, es por esto por lo que, dicho impuesto es cada vez más tangible, además los Ministros de Finanzas pertenecientes al G-20, lo ven como algo positivo.
Pese a las dificultades políticas y técnicas de un acuerdo de esas características, hay economistas que lo ven posible, aunque no están tan seguros de que se logre un resultado final en 2021, ahora bien, de ser aprobado, seria algo histórico y un golpe fulminante a los paraísos fiscales alrededor del mundo, es decir, seria el final de estos refugios financieros que se han utilizados con malos fines. Cualquier avance que se logre, agrega, es un paso más hacia un futuro más igualitario del sistema internacional.