Tanto el sector público como privado a nivel mundial se encuentran ante el dilema de gestionar de forma efectiva la aceleración de la recuperación económica. A medida que los programas de vacunación van avanzando, los agentes económicos aumentan su demanda para la adquisición de bienes y servicios.
Debido a la crisis sanitaria, las cadenas de suministro han sido alteradas y se ha generado un desequilibrio entre la oferta y la demanda, lo que ultimadamente tiene un impacto directo en los precios del consumidor final.
Vivimos en un mundo totalmente interconectado y, por ende, el desempeño económico de cualquier país en concreto tiene mucho que ver con lo que suceda a nivel internacional. Primeramente, las correlaciones entre los activos refugio tradicionales se han roto a raíz de la propia incertidumbre en los mercados y al nuevo protagonismo de las inversiones alternativas.
El precio del oro debería colocarse en niveles más altos, ya que el repunte de la inflación y la debilidad del dólar históricamente han propulsado su valor. Las exportaciones de oro en República Dominicana han incrementando, pero en ciclos económicos menos convulsos, hubiéramos visto aun mayores ganancias, y el precio se colocaría por encima de los US$2,000, como pudimos constatar en agosto del año pasado.
Los paquetes de estímulos millonarios puestos en marcha a nivel global y la recuperación gradual de las economías han reavivado la demanda. Esto último está causando presión al sector privado, que en muchos casos frenó su producción durante la pandemia. Por consiguiente, ahora toca acelerar la oferta en medio de un panorama todavía bastante complicado.
Por supuesto, la tendencia alcista del petróleo en los mercados internacionales ha provocando mayor volatilidad en los precios de los combustibles a nivel local.