Sin lugar a ninguna duda, puede afirmarse que, en materia de calidad, salvo el buen ejemplo de un reducido grupo de empresas, hoy estamos en las mismas, semejantes o peores condiciones de hace treinta años. Los hallazgos de varios estudios y diagnósticos así lo confirman:
– Las empresas no conocen a la autoridad gubernamental en materia de normalización, certificaciones y mediciones confiables.
– No se tiene una idea clara de las fronteras conceptuales entre certificación y acreditación, ni se conoce al Instituto Dominicano de Acreditación.
– Por lo anterior, las empresas dominicanas ignoran la oferta de servicios técnicos que se ofrece en el marco institucional del Sidocal.
– La mayoría no calibran sus equipos de medición por organismos acreditados e ignoran las diferencias entre calibración y verificación metrológica.
– No tienen idea de los patrones metrológicos disponibles en el país ni de su utilidad para la optimización de la función productiva.
– El Sello de Calidad oficial (Indocal) sigue concentrado en unas pocas decenas de productos. A estas alturas deberíamos tener diseñada una estrategia de oferta de tal sello por familias de productos y sectores productivos. La AIRD ha tenido mayor éxito en cinco años con su Sello de Calidad privado, que la Digenor-Indocal en sus más de cuarenta años de desempeño.
– La mayoría de nuestras pequeñas, medianas y microempresas no tienen normalizados sus productos ni sus procesos.
– Estas empresas no conocen los requerimientos normativos y reglamentarios de los mercados extranjeros en los que quieren probar suerte.
– Las empresas que expresan tener certificados sus sistemas de gestión o sus buenas prácticas de manufactura no conocen el Indocal.
– La mayoría de las empresas no conoce la funcionalidad del Sidocal ni el enfoque sistémico de la calidad que debe orientarlo ((MNPC: Medición-Normalización-Pruebas-Calidad).
– Los reguladores siguen varados en los métodos de inspección y control de la primera mitad del siglo pasado (salvo algunas raras novedades) y no exigen a los sectores productivos las certificaciones del Indocal para demostrar la conformidad de sus productos y servicios con las normas, reglamentos y tolerancias metrológicas permitidas.
– Los reguladores son mal pagados y peor calificados. No disponen de los recursos, los equipos y la infraestructura requerida.
– Cientos de productos carecen de la reglamentación técnica correspondiente.
– Son pocos los laboratorios acreditados (de pruebas, calibraciones y ensayos). Una misma prueba puede arrojar resultados muy diferentes si la hacemos en más de un laboratorio utilizando la misma muestra.
– El reglamento del etiquetado de los alimentos preenvasados sigue ignorándose, especialmente cuando se trata de productos importados.
– Cientos de empresas informales y formales siguen vendiendo productos de alto riesgo para la salud y el ambiente, sin que nadie exija las pruebas de laboratorio que corresponden.
– La calibración periódica de los equipos que utilizan tecnología nuclear es, en general, inexistente y, como se sabe, no son, en la mayoría de los casos, equipos nuevos, sino de medio uso o literalmente desechados en los países industrializados.
– A pesar de la prohibición del uso del bromato de potasio, substancia incluida por la Health and Welfare Agency de los Estados Unidos en la lista de sustancias prohibidas para el consumo humano, la industria del pan la sigue utilizando masivamente.
– Nadie controla los límites físico-químicos, microbiológicos y de contaminantes de los alimentos.
– La venta de alimentos en las calles no cumple con normas, reglamentos, protocolos básicos de higiene y seguridad alimentaria o mínimas requerimientos de parte autoridad competente.
Es un país en el mundo sin dolientes en materia de calidad, a pesar de que disfrutar de bienes y servicios de calidad es un derecho consagrado en nuestra Constitución.