[dropcap]C[/dropcap]onfieso mis tribulaciones, cada vez más frecuentes, cuando observo las profundas contradicciones que nacen del análisis de la situación por la que atraviesa la economía dominicana, desembocando esto en una disquisición interna que por momentos me lleva a la risa, y en ocasiones soy presa de llanto.
Por ejemplo, Rafael Blanco Canto, presidente del Conep, durante la lectura de las conclusiones de la Octava Convención Empresarial afirmó que “el gran reto del país es exportar bienes y servicios de calidad y diversificados”, mientras que Alicia Bárcenas, de la Cepal, anuncia que el valor de las exportaciones de América Latina y el Caribe se contraerán por tercer año consecutivo, y durante 2015 caerá un -14%.
Pese a esto, el gobierno insiste en que vamos bien en el tema de promoción de las exportaciones, aunque llegáramos tarde, según Adoexpo, al establecimiento de una ventanilla única para los exportadores.
La retórica de los empresarios es sólida y coherente, apuntando en una dirección propia de las propuestas transformadoras que necesitan países como el nuestro con debilidades en la estructura productiva –mucho crecimiento y poco empleo-; en la educación –mayor inversión pero crece más el negocio educativo que la calidad-; en las finanzas públicas –un Estado caro con deuda social acumulada frente a la inelasticidad de los ingresos… “no me toques el dinero”, dirían los empresarios de Serrat; y en generación de empleos–no hay forma en que baje el desempleo en RD, a pesar de la cháchara.
Frente a todo esto, el gobierno se revela como aliado del sector privado, les agradece a los empresarios anunciando que no habrá reforma fiscal, mientras en foros internacionales utiliza el concepto de inclusión social para decir que 788,000 dominicanos han salido de la pobreza durante los últimos tres años, aunque estos continúen consumiendo y viviendo como pobres, a decir de la realidad que se puede ver con los ojos de la cara como diría Osvaldo Montalvo, que no es el de la Presidencia.
En esa misma línea, los elogios del BID a la expansión de la economía dominicana durante los últimos 20 años deberían llenarnos de alegría, si no fuera porque la desigualdad social en el país es tan evidente como el rol que han jugado “manos invisibles” que presentan cifras de crecimiento que, sin ponerla en dudas, no nos atrevemos a confirmar.
Pese a todo, sospecho que mis tribulaciones continuarán, pues ahora no sé si las propuestas del Conep están o no contenidas en la Estrategia Nacional de Desarrollo.