“Lo importante para el gobierno no es hacer las cosas que ya están haciendo los individuos, y hacerlas un poco mejor o un poco peor, sino hacer aquellas cosas que en la actualidad no se hacen en absoluto”.- John Maynard Keynes.
Seguir las mismas políticas con las Mipymes, las que se han ensayado durante decenios sin visibles alentadores resultados, resta un valioso tiempo al esfuerzo encaminado al logro de la competitividad sistémica de la economía. También ingentes recursos que tienen usos alternativos altamente redituables en el mismo sector.
Subsidios masivos multimillonarios, subvenciones, facilidades tributarias, asistencia técnica mal articulada con las reales necesidades de estas peculiares unidades productivas y absoluta permisibilidad en el ámbito del cumplimiento de normas y reglamentos técnicos, permiten que miles de familias se alimenten o sobrevivan, pero no contribuyen, ni siquiera marginalmente, a trillar en la dirección correcta y con alta efectividad el camino de la competitividad dinámica.
Con las Mipymes el Estado debería seguir el consejo del gran Keynes: hacer lo que en la actualidad no se hace en absoluto y seguir el ejemplo de los mejores, es decir, de aquellas naciones que sí realmente convirtieron a este gran sector en un núcleo dinámico y pujante (por lo menos a un grupo de empresas). Si se crean o existen grandes mercados estatales cautivos, deberíamos exigir que estos sean exigentes en materia de calidad, inocuidad y seguridad. Las exigencias en estos tópicos se pueden atender cuando las instituciones estatales actúan en sintonía, aprovechando conscientemente sus complementariedades, no actuando como comportamientos estancos.
Un ejemplo: el Instituto Nacional de Bienestar Estudiantil (Inabie) requiere que las Mipymes que preparan las raciones alimenticias para nuestros escolares cumplan con las buenas prácticas de manufactura e higiene, evaluación de riesgos y puntos críticos de control, empaques adecuados, aseguramiento de las propiedades organolépticas y de otros requisitos normativos. ¿Debería, en realidad, el Inabie disponer de un cuerpo de inspectores y expertos llamados a garantizar todo eso?
La existencia y funcionalidad de tal estructura de evaluación de la conformidad representa un alto costo que podría ser canalizado a otras prioridades, como, por ejemplo, a la automatización de los procesos de esta importante institución. ¿Cómo podría disponer el Inabie de un buen servicio de inspección y evaluación higiénico-sanitaria sin invertir un centavo en ello? Una de las funciones de la actual infraestructura de la calidad o sistema nacional de la calidad es proveer a las empresas certificaciones confiables que avalen el cumplimiento de normas y reglamentos técnicos.
En esa infraestructura, ¿quién es la autoridad de certificación de productos, procesos, sistemas e instalaciones? El Instituto Dominicano para la Calidad (Indocal) que, dicho sea de paso, ha desarrollado, hasta donde tenemos entendido, las competencias técnicas para expedir certificaciones con el concurso de otros componentes del sistema: laboratorios de pruebas y ensayos, laboratorios de calibración, verificadores y servicios de inspección acreditados.
Por tanto, al Inabie le bastaría exigir las certificaciones en relación con normas o reglamentos concretos para todos los componentes de sus multimillonarias compras. Pero, ¿estaría preparado el Indocal para visitar y desarrollar auditorias, levantar la información pertinente y ejecutar inspecciones en más de dos mil empresas? A estas alturas debería estarlo, pero no creemos que pueda afrontar con éxito tamaño reto. Falta entonces una división del trabajo eficiente, efectiva, visible, oportuna entre las instituciones del Estado. La realidad es que debemos pagar a terceros o a personal propio para asumir competencias para las que, en realidad, existen organismos especializados (por lo menos en atención a lo que dicen sus leyes fundacionales).
Del otro lado, queremos Mipymes cumplidoras. La cultura de calidad no es una palabra hueca, es un esfuerzo sistemático y organizado: es conciencia de que hacerlo mal sale siempre más caro. La calidad en realidad no es un costo- como decía Crosby-, hacerlo mal sí lo es. Para lograr Mipymes cumplidoras debemos cambiar las estrategias estatales, verlas de otro modo sin sacrificarlas, y ayudarlas a ser ambiciosas y visionarias. El reto “es hacer lo que en la actualidad no se hace en absoluto”.