El pasado miércoles 9 de marzo del año en curso, Joe Biden, presidente de los Estados Unidos, firmó y autorizó un decreto para evaluar los riesgos y beneficios de crear un dólar digital o lo que bien conocemos como criptomoneda, cediendo un plazo de 6 meses al Departamento de Tesoro para entregar un informe completo sobre el futuro de la moneda, respaldado por la Reserva Federal (FED) y la regulación de las criptomonedas. Noticia que repuntó el valor del mercado cripto en general, sobre todo el Bitcoin en un 11% a un valor de mercado de 42,581 dólares, o el Ethereum, Binance Coin y Terra Luna que aumentaron su valor en un 5.58%, 2.8% y 15.62%, respectivamente.
Este anuncio y puesta en marcha del ejercicio que inició el presidente Biden no es una idea que le haya surgido de la noche a la mañana. De hecho, es un tema que comenté en varios de mis artículos el año pasado y que recientemente, hace un mes, el Fondo Monetario Internacional (FMI) se anticipó y mostró interés en el sentido de que la mayoría de los países miembros ya están explorando la posibilidad para que sus Bancos Centrales emitan divisas digitales.
En tal sentido, concretar esta idea en fase preliminar, sería un cambio que podría revolucionar las finanzas en todo el mundo, donde el dólar estadounidense es amo y señor. Claro está, un proyecto de esta magnitud, encierra riesgos para la industria bancaria tradicional, la protección de datos o privacidad de usuarios, el uso de la moneda digital por criminales y eventuales riesgos para la seguridad de los países, entre muchos más riesgos con igual impacto.
Pero, ¿qué implica todo esto? Una moneda digital da como resultado la desmaterialización de las monedas y billetes tradicionales, que son respaldados por los Bancos Centrales. Por lo tanto, si se logra el proyecto que se propone Estados Unidos y demás países, las monedas digitales podrían ser utilizadas sin pasar por intermediación bancaria, como sucede con la moneda tradicional.
Lo que en parte quiere lograr el presiente Biden por otro lado, es poner orden ante el desbordamiento de la creación de criptomonedas privadas, que son extremadamente volátiles, descentralizadas y comercializadas sin supervisión, lo que las hace abiertas a frentes de lavado, terrorismo, estafas y muchos otros actos delincuentes más.
La realidad es que los criptoactivos están viviendo un gran auge, donde operan ya más de 8,000 (cifra que aumenta), el interés del público en general de formar parte de este tipo de mercado, tomando en cuenta los cientos de Banco Centrales que están realizando estudios de factibilidad y riesgo sobre el tema, se traduce a un aumento en la eficiencia de los pagos digitales, al reducir el uso del efectivo, lo que contribuiría a reducir el uso del dinero ilícito tradicional, claro está, siempre y cuando cada país se trace como meta elaborar regulaciones y crear entes reguladores, además de un órgano supervisor mundial que le de el peso y la base legal que se merece.
En conclusión, para que todo este plan que esta en fase de iniciación por los Estados Unidos y demás países miembros del FMI se pueda materializar de cara al futuro, es importante un mayor intercambio internacional de información sobre lo aprendido en los proyectos individuales de monedas digitales emitidas por Bancos Centrales (CBDC) y la cooperación en cuestiones de políticas y diseño, algo que sabemos será un poco difícil entre naciones, sobre todo hoy día, donde cualquier pedazo de información puede ser el Talón de Aquiles de un país.