Iniciar una nueva vida en Estados Unidos, aunque sea en compañía de la familia, resulta un reto de vida para cualquier ser humano. Esta es la historia de Ramón Rodríguez (Monchy), mocano de pura cepa que jamás pensó que tendría que vivir fuera de su país. Siempre ha estado dispuesto a asumir riesgos para echar hacia delante, presto a realizar los cambios que sean necesarios.
Su vida laboral en República Dominicana se inicia a los 14 años en una granja de pollo cuando aún vivía en Juan López, en la provincia Espaillat. Ahí permaneció por 13 años. Desde esa edad ha sido productivo. Hoy puede decir que ha valido la pena haber recibido una formación familiar ejemplar. Entre sus aprendizajes en ese primer trabajo fue el saber que para triunfar en la vida se requiere de sacrificio y entrega.
“Aprendí a manejar un camión, lo recuerdo como ahora, pero eso era quizá lo de menos, ya que realmente supe lo que es ser un hombre con responsabilidades”, afirma.
Recuerda que por ser un empleado responsable al tercer año ya era el encargado de la granja y responsable de la venta de pollo. No quería salir de su país, ya que estaba escalando buenas posiciones en el trabajo. Ya hace 21 años desde que salió de República Dominicana.
“Ya cobraba comisión por la venta de los pollos más mi salario. Pero nada, vine a apoyar a mi mamá y aquí estamos. Estuve a punto de perder la residencia porque duré mucho para venir”, expresa Rodríguez.
Su primer gran reto al llegar a Estados Unidos, según cuenta, fue llegar a un trabajo, ponchar una tarjeta y cumplir un horario cuando ya era un encargado o gerente en la empresa donde trabajaba en República Dominicana. Su salario, de hecho, estaba por debajo de lo que ganaba en su antiguo trabajo. En cuanto al idioma, dice, no tuvo tantas dificultades porque había estudiado inglés y eso le ayudó muchísimo, aunque tuvo que hacer algunas adaptaciones por las diferencias que hay en las conversaciones. En su primer trabajo en Estados Unidos duró seis años.
Aunque en principio fue empleado, dice que desde que llegó a Estados Unidos sabía que debía emprender. “Lo que pasa es que un hombre llegar ya con edad a un país, comenzar de nuevo, con un salario que alcanza sólo para pagar la renta y comer, hace que uno piense un poco. Lo que sí te digo es que llegué con la inquietud de ser un emprendedor”, explica.
Cuenta que llegó una oportunidad de comprar una casa, pero su crédito no se lo permitía porque apenas tenía una tarjeta de 500 dólares de una tienda. El agente inmobiliario le sugirió que tratara de que le aumentaran a US$2,000. Llamó a la tienda diciéndole que él se iba a casar, por lo que necesitaba más crédito.
Le aumentaron a US$4,000. Compraron una casa vieja y allí duraron 11 meses. Transcurridos los 11 meses se le ocurre vender la casa. Algunos de sus hermanos no querían porque en ese momento los inmuebles estaban subiendo. Mandó a tasarla. Compraron por US$440,000 y la tasación dice que cuesta US$540,000, es decir, que aumentó en US$100,000 en ese período. Explica que luego de pagar los impuestos le quedan alrededor de US$92,800 en apenas 11 meses.
“Yo lo que veía era la oportunidad de un negocio. A las dos semanas de venderla casa el mercado inmobiliario se derrumbó. Eso fue en 2008 cuando se presentó la crisis inmobiliaria”, recuerda.
Alrededor de dos años más tarde, recuerda, se le presenta la oportunidad de comprar una bodega. La compra, pero al no tener idea de lo que significa eso en Estados Unidos, a los cuatro meses tiene que enfrentar un problema, pues estaba bajo investigación porque tenía denuncias de que vendía loterías dominicanas, la licencia de la cerveza no estaba vigente y llegó la Policía y le tiran todo al piso, llevándose hasta las monedas. Fue detenido por ese inconveniente y salió al día siguiente como a la media noche.
Al día siguiente fue a abrir la bodega. Un hermano suyo que también es su socio en el negocio le dice que no se preocupe. Esa experiencia, afirma, lo marcó para bien, ya que eso le dio más fuerza para seguir porque no tenía nada de qué arrepentirse, pues no había hecho nada malo. La buena noticia es que ese negocio, que lo habían comprado para pagarlo en seis años, la deuda fue saldada en un año y seis meses. Por supuesto, se pusieron al día con las licencias necesarias para evitar inconvenientes y el negocio comenzó a despegar. “Aquí con trabajo, con esfuerzo, se puede progresar”, afirma.
Su segundo emprendimiento surgió al ver que mucha gente caminaba lejos con fundas de ropa para llegar a una lavandería (Laundry). Se da la oportunidad de que frente a la bodega hay un local vacío, llama a los dueños de ese espacio y le dice que él quiere poner una lavandería. De inmediato comienzan los trámites. Se complicó el inicio del negocio porque el presupuesto de US$80,000 subió a US$230,000 porque fue necesario hacer adecuaciones para cumplir con los requisitos, ya que encima hay viviendas y eso es delicado.
El proceso de construcción duró 11 meses hasta conseguir todos los permisos. Fue necesario cambiar todas las estructuras y todo eso mientras sucedía la crisis financiera de 2008 y 2009. Se suponía, recuerda, que el banco le prestaría US$160,000 para la maquinaria, pero al momento de firmar sólo fueron US$80,000. Comenzó a tocar puertas y al final sólo le faltaban US$30,000.
El dueño de la compañía le dijo lo que le faltaban y que se lo pagaría “cuando él pudiera”. Así lo hicieron. Ya el negocio de la lavandería tiene diez años y todo ha ido bien. Ya se pagaron las deudas contraídas para iniciarlo. Tiene dos lavanderías más, las cuales sirven como fuentes de empleos para los miembros de la misma familia. De manera fija tienen 13 empleados.
Se puede siempre
Ramón Rodríguez está consciente de que así como él, hay muchos dominicanos que son la cara del país en Estados Unidos. Señala que muchos creen que la mayoría llega a hacer cosas malas o a delinquir cuando en realidad se ha demostrado que “somos una comunidad laboriosa, muy trabajadora y que sabemos emprender”.
Rodríguez asegura que en Estados Unidos se puede avanzar con un trabajo digno. “No hay que venir a hacer lo malo para echar pa’lante. Eso a mí me da conformidad. Pasamos trabajo, desatendemos la familia, los hijos y muchas cosas, pero también es saber que estamos haciendo bien las cosas y que uno puede dar ese ejemplo”, sostiene.
Asegura que mantienen el contacto con el país a través de las inversiones que tienen en Moca y con la familia. “Donde te cortan el ombligo jamás se olvida”, dice este dominicano emprendedor.
Destaca la participación de la comunidad dominicana en importantes áreas de la economía, tales como el transporte (taxis), lavanderías, bodegas, peluquerías, salones de belleza, talleres, tiendas y otras actividades