Hace una semana salió un reporte de una agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), donde advertía a la Reserva Federal (Fed), banco central de los Estados Unidos, y a otros bancos centrales alrededor del mundo sobre los riesgos que acarrea la subida de tasas para controlar inflación, lo que podría empujar a la economía global a una recesión. De igual manera, dicho escenario podría provocar un período de estanflación (alta inflación y bajo crecimiento) como ocurrió en la década los 70 del siglo pasado.
De acuerdo con su reporte anual sobre la perspectiva económica global, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés) acotó que la Fed corre el riesgo de causar un daño significativo a los países en desarrollo si persiste con los rápidos aumentos de tasas. La agencia estimó que un aumento de un 1% en la tasa de interés de la Reserva Federal reduciría el PIB real en otros países ricos en un 0.5%, y en los países pobres un 0.8% en los próximos tres años.
Este estudio realizado por la ONU, de cierta forma valida lo que hemos venido señalando a lo largo del último año de que: una política monetaria restrictiva causaría más daño que bien a la incipiente recuperación económica tras salida del encierro impuesto por la pandemia. Debido a que un fuerte encarecimiento del crédito tiene un efecto letal sobre el consumo y la inversión, algo que a largo plazo se verá reflejado en el nivel de empleo y la actividad económica.
En ese mismo tenor, hemos expresado que en esta ocasión la espiral inflacionaria que vivimos no es causada por fenómenos intrínsecamente monetarios, sino más bien por factores estructurales como disrupción en las cadenas de suministro globales (que aún persisten por la política de cero covid-19 llevada a cabo por China), el aumento de los precios de las materias (específicamente energéticos y alimentos) exacerbados por la Guerra en Ucrania.
Según un estudio publicado por el Banco Mundial sobre el cierre de la brecha fiscal en América Latina y el Caribe, los agregados monetarios M1 (dinero en circulación, depósitos y cheques de viaje), solo aumentaron un 10% en términos reales desde el inicio de la pandemia. Mientras que la velocidad del dinero se redujo de manera considerable. Como podemos apreciar el factor monetario explica muy poco el fenómeno inflacionario que estamos viviendo en estos momentos. Y, por tal razón, nos atrevemos a decir sin tapujos que los bancos centrales alrededor del mundo están aplicando la medicina errónea para contener la inflación.
Muchos banqueros centrales alrededor del mundo creen que las viejas normas para combatir la inflación aplican en el contexto actual. Lo que es tan exasperante es que este es un ciclo inflacionario como ningún otro del pasado. Es un problema de inflación global desencadenado por shocks globales. Por consiguiente, la Fed puede aumentar las tasas de interés hasta el punto de sacarle todo el oxígeno a la economía, y aun así esto no hará mucha mella para acercar la inflación al objetivo meta de la Fed que es de un 2%. Es como si los doctores colocasen a un paciente en un refrigerador para tratar de bajarle la fiebre. La fiebre podría ceder, pero a un costo enorme para el paciente que resultarían en otras complicaciones más severas.
Dado este nuevo escenario económico global, los banqueros centrales deben repensar sus objetivos metas de inflación, y adecuarlos a la nueva realidad donde convergen muchos problemas estructurales de fondo y los mercados financieros plagados de volatilidad. Aquí los economistas debemos jugar un rol fundamental aplicando la teoría económica, específicamente, el concepto de: expectativas racionales. Este modelo consiste en que los agentes económicos conocen el modelo y asumen las predicciones del modelo como válidas. En pocas palabras, los agentes económicos influenciados por los modelos económicos pueden predecir la probabilidad de resultados futuros al igual que los economistas. Este modelo de expectativas racionales fue desarrollado de manera mas profunda en el campo de la macroeconomía por Robert Lucas, Thomas Sargent y Edward Prescott.
Partiendo del modelo de expectativas racionales, si los bancos centrales asumen nuevas metas de inflación, y que la inflación va a oscilar en un rango entre 6-7%, los agentes económicos se van a adaptar a esa nueva realidad. Algunas economías pequeñas lograran realizar el aterrizaje suave que tanto ha enarbolado la Fed, pero esas economías no tienen la incidencia en las cadenas globales de valor como la economía estadounidense, y si continúa esa política monetaria restrictiva podría desembocar en una recesión global, que pudiera torpedear el éxito de la recuperación económica alcanzado tras la pandemia, e incluso para aquellas economías que han logrado el tan ansiado aterrizaje suave.
Finalmente, es menester que los bancos centrales obtemperen a este llamado para así evitar una crisis sin precedentes, que a final de cuentas son los más vulnerables los que terminan pagando los platos rotos.