La expresión: “No dejes de aprovechar una buena crisis” caracterizó a Winston Churchill a mediados de los años 40. Este ocurrente e interesante personaje, quizás lo dijo de manera jocosa, pero en su esencia, quería decir que las reformas más necesarias, muchas veces, deben ser impulsadas por situaciones extraordinarias e imprevistas, es decir, una crisis puede dar lugar a cambios estructurales.
Si bien es cierto, gracias a Dios, que nuestro contexto global actual se aleja mucho de aquellos años, no es menos cierto que el mundo se está convulsionado. Situaciones extraordinarias como la agresión de Rusia a Ucrania, los efectos de la pandemia, la volatilidad de precios, y muchos otros elementos, han creado un panorama mundial de incertidumbre.
Asimismo, la recuperación pospandemia dio lugar a un aumento en la inflación, lo que ha provocado alzas en la tasa de política monetaria de bancos centrales en todo el mundo. Más temprano que tarde, este aumento de tasas de interés producirá una desaceleración económica e, igualmente, de la inflación, pero encarecerá la conducción de negocios en todo el mundo.
Entonces, ¿qué tiene todo lo anterior que ver con reformas necesarias? Otro gran pensador, que todavía vive, el legendario inversionista Warren Buffet, decía que solo cuando se retira la marea se puede percibir quién está bañándose desnudo. En otras palabras, cuando la economía se torna complicada es que se pueden ver los problemas estructurales subyacentes que muchas veces son encubiertos por una economía boyante.
En nuestro país, urge una reforma fiscal integral. Cuando se habla de reforma fiscal, la palabra clave aquí debe ser integral: es decir, no es aumentar las tasas de los impuestos, sino ampliar las bases imponibles, simplificar la administración y cumplimiento del sistema, y actualizar los procedimientos contenidos en el Código Tributario (de 1992) para que correspondan a las necesidades del año 2022, y más allá.
Esta es una de las reformas más complicadas, controvertidas y difíciles, pues toca de manera transversal a la economía, el sector privado y el accionar del Estado. No obstante, si no se ataca con valentía ahora, para lograr los objetivos trazados en la Estrategia Nacional de Desarrollo en cuanto a la sostenibilidad de las finanzas públicas, continuará el endeudamiento del país, con nefastas consecuencias a largo plazo.
Otra necesaria reforma es la laboral, pues la rigidez del Código de Trabajo constituye un desincentivo para la creación de nuevos empleos. Aunque es muy debatido conversar sobre ciertos temas relacionados a los derechos laborales, es una conversación necesaria para continuar creciendo.
Otro elemento transversal es la transparencia. Necesitamos reformas en diversas áreas, como la electoral (mejorar la administración de las elecciones y regular las donaciones a los partidos políticos), la Cámara de Cuentas (debe tener real autoridad para fiscalizar), compras y contrataciones públicas (crear esquemas más robustos para estos procesos), entre otros.
Hablar de reformas necesarias es complejo y difícil. Pero ahora, mejor que nunca, es momento de hablar de cambios estructurales que necesita nuestro país para prosperar.