En República Dominicana todos sabemos cómo se maneja, a la ofensiva, pisando las leyes y las reglas, con una ausencia de prudencia que tiene convertida nuestras calles, bajo terror de ser atropellado por un motorista, aun caminemos en las aceras, y en el peor de los casos atracado, con la misma facilidad con que escapan entre vehículos o callejones.
Mi gran sorpresa es que nuestra clase política esta tan consciente del mal, que hace leyes, por cierto, muy compleja, pero no tienen la voluntad de aplicarlas, a pesar de que iría en beneficio de los votantes y el propio Estado, quien paga altas sumas de dinero a causa de la gran siniestralidad con la cual convive la sociedad, dinero que debiera estar invertido en otras necesidades.
La hipocresía de nuestros políticos es pregonar que trabajan en beneficio de nuestros ciudadanos, pero el problema mayor que sufrimos, son los accidentes de tránsito y el caos y la falta de un sistema de transporte colectivo. Pero ni siquiera en campana ni en sus programas de gobierno, usted encuentra un buen plan para enfrentar el mal desde su raíz.
Muchos políticos y funcionarios entienden que las soluciones individuales, son el mejor modelo de solución y muestra de crecimiento. Que la clase media se monte, pero con esto incrementamos el caos, por la falta de autoridad para hacer cumplir nuestras leyes y reglas de tránsito, y para aumentar el mal, los principales bancos del sistema financiero, incluyendo el del Estado, dan facilidades en ferias anuales para la compra de vehículos que vienen a incrementar el caos que ya sufrimos.
Hemos tenido intenciones de resolver el problema, solo que son acciones parciales por instituciones aisladas de los demás responsables y componente que requiere el mal para su solución. No basta con que el INTRANT quiera resolver el problema. Si no tiene el apoyo resuelto del poder ejecutivo, con todas las instituciones que necesariamente intervienen como Obras Publicas y todas las alcaldías, Ministerio de interior y la policía nacional. Y cuando viene a ver, hasta el ejército nacional de frente a los poderosos e irresponsables sindicalistas.
Ahora bien, el trabajo sería más fácil, si la sociedad pone de su parte, conduciéndonos con prudencia y exigiendo a viva vos en las calles, el cumplimiento de las reglas a los violadores, los cuales son premiado por las mismas autoridades responsables de imponer sanciones. Necesitamos hacer conciencia de nuestra responsabilidad colectiva, pero debemos castigar a quienes vulneran nuestros derechos, o estaremos incentivando a convertirnos todos en violadores.