Actualmente, se está celebrando en la ciudad de Sharm el-Sheij, Egipto, la Cumbre Internacional del Clima, denominada también como COP27, cuyo propósito fundamental, en esta ocasión, es alcanzar los objetivos acordados en el contexto del Acuerdo de París (COP21, 2015) y de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), la cual ha sido ratificada por 197 Estados y la Unión Europea.
Como se ha señalado en diferentes escenarios mundiales, el principal objetivo del Acuerdo de París es “mantener la temperatura del planeta por debajo de los 1,5°C con respecto a los niveles preindustriales. Pero, qué diferencia a esta cumbre de las otras anteriores que se han realizado? que la misma tiene lugar en medio de una crisis energética, económica y geopolítica a escala mundial, y la mayoría de los temas concluyen en las consecuencias para el clima que tiene la guerra entre Rusia y Ucrania.
Según algunos expertos, la COP27 tratará, además, de resolver determinados problemas dejados por la COP26, como es el de afrontar las ayudas a los países más pobres, que son también los más afectados por la crisis climática. Otros temas que serán propios de esta cumbre son: “el desarrollo de hidrogeno verde, agua y seguridad alimentaria, lograr una transición energética justa hacia las energías renovables y las comunidades vulnerables”.
Ahora bien, el pecado original de todos los problemas vinculados al cambio climático y al calentamiento global, continúa siendo la actitud del hombre frente a la naturaleza, según lo asevera el 99.1% de los estudios que han sido realizados alrededor de esta temática.
De hecho, la comunidad científica lo ha venido advirtiendo desde hace mucho tiempo, la acción del hombre ha provocado que aumente las emisiones de gases de efecto invernadero, lo cual ha generado el cambio climático y el calentamiento del planeta, provocando esto “sequias, olas de calor, incremento de las lluvias, ciclones y huracanes, aumento en el nivel del mar, incremento de las temperaturas, modificaciones en los ciclos de las precipitaciones, entre otros fenómenos”.
Obviamente, todo lo anterior está provocando, a su vez, “desplazamientos de trabajadores, interrupciones en las operaciones comerciales, ocasionando daños en los activos empresariales e infraestructuras y deteriorando de forma significativa las condiciones laborales, de salud y de la seguridad en el trabajo, y la productividad laboral” (OIT, 2016).
Como se puede deducir, la naturaleza está resentida y los fenómenos naturales serán cada vez más impredecibles y de mayor impacto e intensidad, de donde se puede colegir que tendrán, también, un impacto mayor en las economías, la infraestructura y la población en general, sobre todo aquella porción concebida como vulnerable. Y República Dominicana ya tiene un vivo ejemplo del tipo de fenómeno al que se hace referencia en esta parte, y fue el torrencial aguacero que tuvo lugar el pasado 4 noviembre, al que algunos meteorólogos definieron como Cisne Negro, por su carácter de impredecible. 232 centímetros de lluvia cayeron en una parte de la ciudad de Santo Domingo, en un tiempo record, creando un caos que, sin dudas, estará en los anales de la historia dominicana.
Finalmente, los líderes mundiales reunidos en la COP27 tienen la obligación de llegar a acuerdos concretos que se traduzcan en acciones específicas relacionadas con este tema del cambio climático y el calentamiento global. Mientras tanto, construyamos nosotros como país las respuestas anticipadas (tal como la solución al problema del drenaje pluvial y al alcantarillado) que se deben dar a los fenómenos de la naturaleza que, como este Cisne Negro que apareció sin poder ser detectado, pueden volver a presentarse.