“El desarrollo desarrolla la desigualdad”- Eduardo Galeano.
Hemos disfrutado de la lectura de muchas agendas mundiales que buscan impulsar el “desarrollo sostenible”. Por ejemplo, la famosa Agenda 2030 reconoce, como la anterior, “enormes -por no decir brutales- disparidades de oportunidades, riqueza y poder”. Esta realidad la califica como uno de “los inmensos desafíos” que enfrenta el mundo en su recorrido hacia el desarrollo sostenible.
Por otro lado, pensadores progresistas plantean la imperiosa necesidad de lograr en el planeta “un crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible” y expresan que ese sueño es posible “si se comparte la riqueza y se combate la desigualdad de los ingresos”. ¿Una quimera?
Son muchos los informes. Muchos no retratan fielmente la realidad objetiva en torno a las crueles disparidades de ingresos y riquezas.
Uno en particular, titulado Informe sobre la Desigualdad Global 2022, entre cuyos investigadores asociados figura el afamado economista francés Thomás Pikette, es revelador de las inevitables consecuencias de la dinámica de la acumulación capitalista.
Ingresos. De acuerdo con este formidable trabajo, el 10% más rico de la población mundial recibe actualmente 52% del ingreso mundial, mientras que la mitad más pobre de la población gana 8,5%.
En promedio, una persona del 10% superior de la distribución mundial del ingreso gana 122,100 dólares por año, mientras que una persona de la mitad más pobre gana 3,920 dólares anuales.
Riqueza. Diversos estudios demuestran que la desigualdad de la riqueza es aún más profunda y perniciosa que la desigualdad de los ingresos.
El de referencia no es la excepción. “La mitad más pobre de la población mundial apenas posee el 2% del total de la riqueza. En contraste, el 10% más rico de la población mundial posee el 76% de toda la riqueza”.
El Credit Suisse Research Institute concluye que la mitad inferior de la población mundial posee menos del 1% de la riqueza total, al mismo tiempo que el 10% más rico posee el 88% (el 1% superior por sí solo representa el 50% de los activos globales). Como escribe Branko Milanovic, economista serbo-estadounidense especialista en desigualdad económica, “la desigualdad de la riqueza es aún más extrema (que la desigualdad de los ingresos) en todos los países de los que disponemos de datos fiables”, esto, con el agravante de que, en la mayoría de los países emergentes y ricos, la participación de la riqueza del 1% más rico ha aumentado de manera constante en las últimas dos o tres décadas.
Las diferencias son más pronunciadas dentro de los países que entre ellos. De acuerdo con el informe “la brecha entre los ingresos promedio del 10% superior y el 50% inferior de las personas dentro de los países casi se ha duplicado, de 8.5 veces a 15 veces…Las desigualdades globales parecen ser tan grandes hoy como lo fueron en el pico del imperialismo occidental a principios del siglo”.
En América Latina, de acuerdo con la Cepal, en apenas 13 años (desde el 2002 al 2015) las fortunas de los multimillonarios crecieron en promedio un 21% anual: un aumento seis veces superior al del producto interno bruto (PIB) de la región. Lo peor: ¡gran parte de esta riqueza se mantiene exenta del pago de impuestos o en paraísos fiscales!
Al respecto, el organismo concluye que “es vergonzoso que en la mayoría de los países de la región continúe el aumento progresivo en la tasa y los bienes que pagan IVA (Impuesto al Valor Agregado, que es lo mismo que el Impuesto a la Transferencia de Bienes Industrializados y Servicios -ITBIS- en República Dominicana), en vez de atacar la evasión fiscal y reducir las exenciones que reciben los que más tienen”.
Alicia Bárcena es algo más explícita: “Un sistema tributario internacional arcaico y disfuncional también proporciona a las empresas y a los ricos amplias oportunidades para que eviten pagar los impuestos que les corresponden en justicia”.
¿Es inevitable la desigualdad? ¿Es una elección política? ¿Es una elección política en el contexto de un sistema global de acumulación capitalista cuyo corolario obligado son las crecientes desigualdades en ingresos y patrimonio? Cualquiera que sea la respuesta, el prominente escritor Eduardo Galeano tiene la razón: “El desarrollo desarrolla la desigualdad”.