[dropcap]L[/dropcap]ejos de la bullanguería política, disminuida forzosamente por la celebración de la Semana Mayor, y liberado del atropello sin defensa al que cotidianamente estamos sometidos por el caos en el trasporte en la capital, arribaron a mí algunas reflexiones con relación al futuro de República Dominicana.
La primera está vinculada a la pregunta de qué pasará con el sistema político dominicano pasadas las elecciones de este próximo 15 de mayo.
Con pronósticos reservados para los partidos PRD y PRSC, otrora garantes de grandes contiendas políticas que sostenía una democracia que, aunque con ineficiencias, avanzaba por buen camino, y con un PRM cuya orientación teórico-pragmática se torna difusa, haciendo pensar que sus expectativas electorales, de corto y mediano plazo, son limitadas, parece que marchamos hacia un peligroso sistema de partido único, encarnado en un PLD con ínfulas de omnipresente y omnisciente.
Una segunda reflexión que ocupó buena parte de mi quehacer intelectual de estos días, fue el sobre el futuro de la sociedad dominicana y ese comportamiento atomizado que la está caracterizando; el interés individual que ha sustituido el interés colectivo, y ese desenfrenado afán de lucro cuyo resultado final es la búsqueda, a cualquier precio, de elementos materiales para llenar un vacío existencial que el consumo, la falta de compromiso, la irresponsabilidad familiar, el olvido de los valores, han construido.
La tercera reflexión que estuvo al acecho de mi intelecto durante estos últimos cuatro días, fue sobre la economía dominicana y su verdadera capacidad de resolver los problemas de desigualdad, pobreza e inequidad que persisten en el país, a pesar de que el producto interno bruto crece como la verdolaga, y la autoridad monetaria y financiera se ufana de que la economía es la de mayor expansión en toda América Latina.
Más aun, la reflexión se profundizó y rebuscó sobre lo que habría que hacer en el país para generar una mayor cantidad de empleos decentes y elevar los ingresos de la población.
Una última reflexión se tornó, sin embargo, un tanto compleja y requirió más de un Padre Nuestro en pleno Domingo de Resurrección.
Esta reflexión era sobre hacía dónde va un país que cuenta con un sistema de partidos al cual no le caben más cuestionamientos ¿Cuál es el futuro de una nación cuyos políticos se compran y se venden como mercancía en desuso? ¿Qué nos espera de una economía que crece pero con pocos resultados en términos de redistribución de ese crecimiento?
Pero no hay de qué preocuparse, pues estas reflexiones solo vienen en Semana Santa, y hoy ya empezó la bullanguería.