Por Carlos González-Cassis
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“Nada es seguro, sólo la muerte y los impuestos”. Esto diría Benjamín Franklin hace casi tres siglos atrás y hoy es tan vigente como en el momento en que lo dijo. Irónicamente, la sucesión es un tema tabú en la mayoría de las empresas familiares de República Dominicana, aunque sea un fenómeno donde se reúnen precisamente los dos ineludibles vitales, que planteaba el padre fundador norteamericano en su cita, muerte e impuestos.
Eso nos llama poderosamente la atención, pues la sucesión representa, no sólo una dura fase emocional para la familia, sino una cuantiosa obligación económica para con el Estado, quien sin haber emprendido jamás, se vuelve un socio de facto a través del impuesto sucesoral.
Pero hay un tercer elemento, que es de grandísima importancia y no únicamente para la familia, sino para el mercado, que al ver zozobrar a una empresa, en esa transición de una generación a otra, puede perder diversidad de productos o servicios, empleos, responsabilidad social empresarial e impuestos, si la familia no se ha tomado el tiempo de planificar como será transferidos su patrimonio acumulado y la administración de la empresa familiar a las nuevas generaciones.
De acuerdo con mediciones que hemos hecho en República Dominicana, al menos 3 de cada 4 empresas familiares, no sólo carecen de planificación sucesoral para el momento en que las nuevas generaciones tomen las riendas de la organización familiar, es que ni siquiera aparece en la agenda discutirlo.
Por un lado, pareciera que hay un rasgo cultural que dificulta la capacidad de planificar y prospectar del empresariado familiar, y le es más cómodo ir improvisando soluciones a los problemas, según estos se vayan presentando, en lugar de prever con lujo de detalles y con antelación, cómo será el traspaso de mando de la empresa y del patrimonio, que la generación anterior ha acumulado.
Por otro lado, desde una perspectiva eminentemente emocional, plantear la sucesión mal pone a quien ponga sobre la mesa el tema. “Es como matar en vida al fundador” nos han dicho algunos. De algún modo, se piensa en sucesión y muerte como sinónimos y esto no es correcto. La sucesión es inexorable.
Esta ocurrirá quiera o no el fundador o la familia, precisamente por su bien y el del mercado, lo recomendable es que las empresas familiares se tomen el tiempo de calcular bien sus pasos en este tema, para que el esfuerzo de las primeras generaciones no sea como arar en el mar, si para los sucesores ni para la sociedad.