La integridad es una cualidad inherente a los humanos. Todos poseemos esa virtud, pero que seamos íntegros o no, depende del enfoque que cada quien tenga dentro de su mente. Depende de la voluntad, de la intención, del comportamiento.
Cada quien se ilumina con la luz que tenga dentro y esa luz solo sirve para el individuo que la acrecienta o mengua según sus pensamientos y acciones. Nadie se ilumina con luz ajena ni, aunque la robe. Su uso es una apariencia pasajera, contrario al de las tinieblas, propias o inducidas, que intoxican todo en derredor, incluso solo con pensarlas o recordarlas.
La integridad está vinculada a la excelencia, es inherente a todos y podemos caracterizarla y valorarla respecto a nuestros iguales. Es independiente de la educación y/o niveles académicos, posición social, color de la piel, género y otros atributos.
Define una conducta asertiva, de respeto, comprometida con la armonía, el bienestar del entorno y todo aquello dentro de él. Esta última afirmación encierra el extremo positivo, el óptimo del término, pues hay mala calidad, incluso peor, y muy buena hasta llegar al non plus ultra de la misma. Ambos extremos quedan definidos por la decisión personal de ser coherente: el discurso y el accionar deben ser cónsonos.
¿Cómo reconocemos la buena calidad humana de una persona, incluso a distancia? Por sus acciones y comportamientos en un escenario real. En los siguientes textos, presento varios casos observados junto con el análisis en base a la descripción de comportamientos, que pueden servir de ejemplo:
1.- “En una jornada para el reclutamiento de nuevos clientes, la directora de operaciones, solicitó a un colaborador que cubriese los gastos de alimentación de 100 voluntarios, debido a que no contaban con efectivo disponible. Dijo que el dinero le sería rembolsado esa tarde al regreso del coordinador general del evento, pues el caso requería solución inmediata. El colaborador le preguntó por qué no lo hacía ella, que ganaba seis veces más, y ella dijo que no podía abandonar ese puesto hasta tanto llegara el coordinador, razón por la cual le solicitaba que utilizara su tarjeta y que pidiera factura con comprobante fiscal para el reembolso. El colaborador se dirigió al lugar y pagó.
Cuando presentó la factura, acorde al monto presupuestado, tanto el coordinador como la directora dijeron que debía enviar una carta a Servicios Financieros solicitando el reembolso. Reclamó que ellos debían asumir esos trámites e ir al cajero, frente a la institución, retirar el monto exacto y reembolsarlo, cosa que ninguno de los dos quiso hacer. Le reembolsaron quince días después”.
En el análisis, podemos identificar muchas variables referidas a las calidades humanas de ambos directivos, pero nos enfocaremos tan solo en las de la directora.
Ésta manifestó pésima calidad humana, pues una persona íntegra cumple lo acordado. Debió ir al cajero, retirar el dinero y rembolsarlo sin discusión, sin avasallamientos y luego hacer las gestiones administrativas. Decirle que enviase una correspondencia justificando las razones del rembolso, más que una burla fue una desconsideración y un golpe a la confianza depositada. Confiar en la palabra de la directora fue una manifestación de la nobleza de espíritu, de identificación con la empresa ante una problemática emergente y también una imprudencia.
Ella pudo sacar el dinero previamente y mandar a resolver los trámites con cualquier empleado bajo su dirección, pero como era su dinero, pensó en otra solución. Valiéndose de su jerarquía engatusó al colaborador. Oscureció, con la luz que tenía dentro, la confianza depositada en ella. Ese comportamiento también refleja inmadurez, empatía utilitaria y señales de perversión latente.
Hay muchas otras interpretaciones, pero una de ellas es que ese colaborador nunca más confiará en esa persona. Por el contrario, cualquier relación futura será de desconfianza y cautela, ya que el comportamiento referido está dirigido a disfrazar la verdad, marcando un norte orientado al cohecho y a los tratos denigrantes hacia otras personas en condiciones de jerarquía inferiores y hasta idénticas. Claro, haciendo un esfuerzo para guardar las formas y usar todas las sutilezas posibles, incluyendo el silencio.
2.- “Colaborador A, con alta madurez en la tarea, entra al despacho del director luego de ser requerido, quien lo recibe oyendo música de un equipo electrónico. Él lo motiva a la conversación y le pone caso con los ojos, pero mantiene la música encendida, sin siquiera moderar o hacer intento de disminuir el volumen.
Colaborador A lo mira a los ojos y le dice que irá al excusado y luego volverá. Se retira y decide no volver a reunirse con ese director”.
Una persona con calidad humana real, silencia la música y pone atención. Comportamientos de esa naturaleza intentan desconsiderar a la persona, además de enrostrar su disgusto o desprecio con su actitud.
3.- Se presentan casos contrapuestos de directores de la misma área en dos empresas similares. Colaborador entra a oficina de director luego de la indicación de la asistente, este está sentado en su escritorio, frente al computador.
Empresa 1: “El director deja lo que está haciendo, se levanta del escritorio, saluda al visitante, lo invita a sentarse, lo escucha y con mucha educación le dice que en ese momento no puede ponerle más atención y que por favor vuelva en un tiempo determinado para atenderle conforme”.
Empresa 2: “El director se queda sentado, no levanta su mirada, no dice nada y sigue haciendo lo mismo. El colaborador de pie se mantiene frente a él. El director se levanta con unos papeles, llama a su secretaria, despacha algo con ella, va al baño de su oficina, sale, se sienta en su escritorio y luego de manosear un manojo de papeles, le dice al colaborador, aun de pie, y sin mirarlo, dime. El colaborador habla y el director le dice que él no puede hacer nada. No dice nada más, sigue manoseando sus papeles y luego sigue escribiendo en su computador. El empleado en silencio se retira”.
Análisis. El primer escenario es sencillo: Un director enfocado en la tarea en igual proporción que hacia la parte humana. Considerado y educado, se levantó de su escritorio, le saludó, le escuchó y le explicó.
En el segundo escenario, un director enfocado cien por ciento en la tarea sin importarle la parte humana, desconsiderado, con pocos modales y urbanidad. No tomó en cuenta niveles primarios de cortesía, como invitarle a sentarse o retirarse. Fue una manifestación de desprecio, avasallamiento y humillación extrema.
Si estaba muy atareado, debió decirle a su asistente que no recibiría a nadie hasta nuevo aviso, pero la asistente no tenía esas instrucciones, ya que en ambos casos les indicaron pasar al despacho.
Podemos seguir profundizando en el análisis de ambos escenarios, específicamente de este último ejemplo y añadir otros escenarios de comportamientos, pues son casos que se presentan continuamente en la vida real y con muchas más aristas que las presentadas en los ejemplos, pero son suficientes para diferenciar la presencia o ausencia de la calidad humana. Por otro lado, el análisis de los contenidos y procesos, amerita otro artículo.
La calidad humana no es algo que se puede comprar, robar o regalar; es una decisión propia que incluye el ser honesto, transparente, educado, cortés, diáfano, apegado a la verdad y sin disfraces, entre otras cosas más; ser íntegro en toda la extensión de su significado. Por consiguiente, quien no está revestido con esas cualidades, aunque tenga dinero, poder, conocimientos, grados ultra académicos y alta jerarquía posicional, nunca tendrá calidad humana, tendrá “calidad inhumana.
Personas con muy poca capacidad de sentir afecto, comprensión y solidaridad, carente de integridad, es mejor evitarlas o ir directo al grano, pues lo que se consigue, aparte de perder el tiempo, es perturbar el espíritu y a veces hasta lograr infectarse con tinieblas ajenas.