La ola de autoritarismo latinoamericano parece cada día peor, con noticias que espantan y preocupan, y que nos dejan entrever lo que pudiera ocurrir en nuestro país si no nos esforzamos para mantener la envidiable paz social y equilibrio del que gozamos. Podemos remontarnos al año 1999, cuando Hugo Chávez fue electo presidente de Venezuela, en elecciones que, en ese momento, fueron democráticas y libres.
Sin embargo, la estrategia de Chávez, al igual que los otros autócratas de nueva estirpe en Latinoamérica, fue, una vez haber alcanzado el puesto, utilizar eslóganes y campañas populistas para desarticular las instituciones democráticas del sistema político del país. De esta forma, Chávez eliminó la oposición y logró designar al que todavía hoy, casi 10 años después de su muerte, figura como presidente de Venezuela.
La estrategia de Chávez la hemos visto replicada en otros países, como en El Salvador. Un político joven, con ideas “nuevas” conquista la imaginación del público. Pero una vez en el poder, se da cita de desarticular las instituciones que salvaguardan la democracia; en el caso de ese país, supuestamente para ofrecer seguridad ciudadana contra las pandillas que, ciertamente, han sido un azote al país.
En esta última semana, hemos visto que en Nicaragua también se ha replicado la misma estrategia, con la disolución, por órdenes del presidente Daniel Ortega, del Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep) y las organizaciones que la componen, desarticulando los gremios del sector privado en ese país. Resulta evidente que esta disolución tiene como único fin crear las condiciones para que Ortega se pueda perpetuar en el poder y gobernar sin supervisión social efectiva.
Hay otros países latinoamericanos, como Perú y Argentina, que aunque afortunadamente no han corrido la misma suerte que otras naciones, han estado altamente inestables desde la óptica política, social o económica, en diversos grados. También podemos apuntar a que el debilitamiento del sistema de acompañamiento social ha tenido el efecto de crear condiciones para aumentar la inestabilidad, y pudiera, eventualmente, seguir con otros gobernantes autoritario en esos países.
En cambio de todos estos ejemplos anteriores, República Dominicana tiene un robusto sistema de participaciones sociales, económicas, políticas, con actores como los partidos, organizaciones sindicales, gremios empresariales, iglesias, medios de comunicación, entre otros. Todas estas voces son escuchadas y tomadas en cuenta en nuestro país, por lo que actualmente no se vislumbra una situación como la que viven nuestros hermanos pueblos.
Sin embargo, debemos continuar y redoblar estos esfuerzos por mantener la paz social, el orden y la seguridad ciudadana, el crecimiento económico, todos los factores que han incidido a llevar a estas otras naciones por la vía del autoritarismo. Pues en ningún país se pensaba que caerían en esas desafortunadas situaciones, y precisamente ahí se encuentran ahora. Como sociedad nos debemos dar la tarea de prevenir que esa ola toque estos predios. Este país en el mismo trayecto del sol puede continuar creciendo, y tenemos que encargarnos de que así sea.