Esta es mi opinión. Trato de que sea lo más apegada al rigor técnico, aunque, reitero, es mi opinión. El presidente Luis Abinader, que muy bien presentó su discurso de rendición de cuentas ante el Congreso el pasado 27 de febrero, merece la mejor de mis consideraciones porque entiendo que está haciendo un gobierno digno y acorde a las circunstancias históricas en las que le ha tocado gobernar.
Encontrar un país en crisis, cerrado por los efectos de una pandemia, enfrentarse a fenómenos naturales destructivos, una guerra que afecta las materias primas y una inflación global que dificulta los planes de cualquier país, con los riesgos de estallidos sociales internos, resulta ser una tarea incómoda de llevar a cabo.
Creo que tiene más luces que sombras esta gestión de gobierno. Incluso, podría afirmarse que ha sentado las bases para que la institucionalidad siga fortaleciéndose en nuestra querida República Dominicana, pues cuando llegue otra administración estará en la obligación de seguir avanzando en materia de lucha contra la corrupción y transparencia en los procesos de licitación y adjudicación de obras. El hecho de “no hacerse de la vista gorda” cuando algún funcionario de su gestión “ha generado algún ruido” merece una nota favorable. Lo bueno se le pega al Presidente, pero también lo malo.
El buen apellido que tiene su familia, también estoy seguro, es una razón suficiente para que actúe apegado a los mejores intereses del país. Falta un gran camino por recorrer, pero es justo reconocer que esta gestión ha hecho importantes esfuerzos que se han traducido, por lo menos, en señales que dan esperanzas de que sí es posible alcanzar una sociedad más justa.
Ahora bien, y aquí viene la parte que a mi entender no se ajusta a los criterios técnicos del análisis económico, aunque sí tiene lógica desde el punto de vista político. Pero vuelvo y digo: me refiero al enfoque económico. El Presidente, con su análisis, pudo bien “seleccionar su oponente” para las elecciones de 2024 por considerarlo más vulnerable desde el punto de vista político, pero, además, porque es el que más atención tiene en la oposición.
En términos de análisis económico, para caer en el tema, comparar un año con otro, pero con una diferencia de más de una década, resulta ilógico si se toma en cuenta que las sociedades no son estáticas, que las economías no se quedan estancadas, que los indicadores se mueven de manera natural y “automática”. Es imposible que una sociedad no vea variaciones en sus indicadores en una década. Lo más lógico es analizar las tendencias en un período determinado, observando cómo ha sido el comportamiento de determina-das variables hasta llegar al punto de cierre de ese lapso.
Además, hay que tomar en cuenta un aspecto o variable que siempre es importante a tomar en cuenta en cualquier escenario. Se trata del contexto. Así como posiblemente podamos comprar más pollos hoy con el salario promedio nacional, también habría que ver cómo estaba la ponderación de la deuda respecto al PIB. ¿Conviene?