Cristina Díaz inició su camino como emprendedora afrontando una realidad que, a la vez, le sirvió como motor: la necesidad de emprender en momentos de desempleo. La sociedad mediante la cual su esposo vendía pollos al horno se disolvió hace ocho años, y ella decidió apoyarlo para que siguiera vendiendo este producto, ya posicionado en su comunidad, por otros siete.
Así, ambos asumieron sacar adelante a Sabrosísimo Pollo al Horno, un emprendimiento que para Cristina ha significado un logro por la rápida y creciente acogida que ha tenido su producto para los comunitarios de Villas Agrícolas y Cristo Rey, en Santo Domingo, permitiéndoles vender unos 25 pollos los días de semana y hasta 45 unidades los sábados y domingos.
“Nosotros nos enfocamos en vender un producto de calidad, hecho a base de ingredientes totalmente naturales, sin aditivos artificiales, con un pollo bien cuidado. Eso es lo que nos ha mantenido aquí”, resalta. El crecimiento de su negocio, que ahora cuenta con tres empleados, comenzó a demandar la instalación de otra vitrina para ofrecer una mayor cantidad de guarniciones para su producto, además de una bomba que garantizara agua permanente para sus operaciones. Sin embargo, esto requería de una inversión monetaria de la cual carecía en ese momento.
Para entonces, la Fundación Francina –institución que aporta herramientas para impulsar la inclusión social, la productividad laboral y el emprendimiento de las personas con discapacidad visual– ejecutaba el proyecto Inclusión Laboral y Autonomía para Mujeres con Discapacidad Visual (VIA). Como miembro de esta fundación, Cristina fue elegida como una de las 30 participantes de este programa.

“Tengo neuropatía óptica congénita. Para mí, esta condición visual ha sido mi forma de vida, porque yo nunca he visto de otro modo. Ha sido un reto, porque donde quiera que iba cuando era niña, siempre había barreras, siempre había limitantes a las cuales yo me propuse vencer (…) con deseos de echar hacia adelante, igual que cualquier otra persona”, dijo, tras manifestar que siempre ha tenido la visión de sacar el mayor provecho posible con lo que tiene a la mano.
La iniciativa le permitió a la emprendedora formar parte de una comunidad de mujeres de varias provincias del país y con distintos grados de pérdida de visión que, al igual que ella, contaban con emprendimientos que necesitaban un empuje para expandirse. O que, por el contrario, debían aprender a formular y poner en marcha su idea de negocios.
Durante los meses en que ella y sus compañeras recibieron capacitaciones sobre imagen personal, marketing digital y manejo de negocios, la propietaria de Sabrosísimo Pollo al Horno reconoció que una buena administración financiera es vital para impulsar los emprendimientos.
“Para mí esta ha sido una experiencia única, donde tu te das cuenta que no eres la única persona en el mundo que tiene una condición, y que hay personas que realmente están luchando con situaciones más difíciles. Ahí fue cuando empecé a decir ‘wow, yo quiero formar parte de lo que conlleva a una realización plena de todas las personas con discapacidad’”.
Al término del proyecto, Cristina fue parte de cuatro emprendimientos seleccionados para recibir un capital semilla de RD$30,000 que le permitió a ella comprar la vitrina y la bomba de agua que necesitaba. Sin embargo, al enterarse luego que las 30 participantes del proyecto se constituirían como socias de una cooperativa para mujeres con discapacidad visual, estuvo dispuesta a formar parte de la junta directiva y ser la tesorera de la iniciativa.
Más que una cooperativa
Coopvioleta es la primera cooperativa que agrupa a mujeres con discapacidad visual para fomentar, a través de la asociatividad, la capacitación y la cultura del ahorro, su empoderamiento económico.
Aunque Cristina ha entablado una rutina de vida a base de su actitud, compromiso –y en cierto modo por el “resto visual” que le hace aparentar que carece de alguna condición a simple vista–, para muchas mujeres en República Dominicana la historia es otra. Se ven expuestas a la marginalidad, a la dependencia económica e incluso a la violencia física y verbal por parte de sus allegados, solo por tener una discapacidad visual.
La presidenta de la fundación que lleva su nombre, Francina Hungría, expresó que es esta realidad la que hace tan necesarios proyectos que promuevan la autonomía financiera de mujeres a través de sus emprendimientos e inclusión laboral. Esto, más que impactarlas a ellas, beneficia directamente a sus seres queridos, en el caso de aquellas que son cabezas de familia.
La entidad financiera ha desarrollado tres ejes específicos para cumplir este objetivo. El primero es la capacitación, con formación en negocios, autogestión y desarrollo personal a través de talleres gestionados con las entidades bancarias, instituciones públicas y otros aliados.
El segundo es el estímulo al emprendimiento, con la consolidación de un capital sólido que facilite créditos y capital semilla a las socias para impulsar o expandir sus iniciativas de negocios.
El tercero es la posibilidad de acceder a préstamos ordinarios, de acuerdo a los ahorros de las integrantes y la rentabilidad de la cooperativa. “Lo principal es cultivar esa cultura del ahorro, pero también estamos intentando acceder a unos fondos de capital semilla que van a ser aportados por el Conadis (Consejo Nacional de Discapacidad), pues estos fondos van a contribuir a los negocios de las socias de la cooperativa, pero también a los negocios propios de la cooperativa que empleen a sus miembros”, planteó su presidenta, Katherine Flete.
El ahorro de las socias puede iniciar a partir de RD$300 como monto mínimo mensual no reembolsable, aunque cada una estableció el monto que podía ahorrar de acuerdo a sus posibilidades. Las emprendedoras depositan a la cuenta destinada para ello vía transferencia o presencial.
Hasta el momento, entregaron RD$100,000 en capital semilla el año pasado al emprendimiento de Cristina y a otros tres negocios seleccionados que completaron el proyecto de VIA, y la entidad espera contar con la capacidad financiera de apoyar a otras iniciativas en los próximos meses.
Aprendizajes
Para Francina y Katherine, uno de los principales aprendizajes de estar al frente de este proyecto radica en cuán importante es el acompañamiento psicosocial.
Tanto el proyecto VIA como Coopvioleta han motivado a que sus participantes conformaran una red de apoyo que les ha permitido socializar sus experiencias como emprendedoras que están superando barreras y limitantes en su entorno.
Francina entiende que este espacio ha sido una de las bases del éxito del proyecto, ya que las mujeres tuvieron la oportunidad de entender las precariedades de su entorno, reconciliarse consigo mismas y sus seres queridos y encontrar apoyo en las socias de la cooperativa.
“Yo con estas mujeres en lo personal, he aprendido que no hay nada más motivador que tú ver cómo otra persona avanza (…). Así sucede con el encadenamiento productivo. Tú dices ‘ven acá, pero si ella pudo emprender, yo también puedo hacerlo’”, resalta Katherine.
Alianzas estratégicas
Coopvioleta se desprende del proyecto VIA, que contó con fondos de la Unión Europea, a través de la Fundación ONCE para ayuda en América Latina. Durante el desarrollo del programa, la Fundación Francina firmó un acuerdo con el programa Supérate, para expandir la protección social de las participantes.
Tras la constitución de la entidad solidaria, la institución también se han reunido con el Consejo Nacional de la Discapacidad (Conadis) y el Consejo Nacional de Promoción y Apoyo a la Micro, Pequeña y Mediana Empresa (Promipyme) para la obtención de préstamos solidarios que apoyen financieramente a negocios de las socias ahorrantes. La directiva también ha tenido contacto con empresas de la banca privada para acordar financiamientos para próximos proyectos.