De cara a una posible reforma fiscal en el año 2024, uno de los temas que más urge plantear y ponderar es el anticipo al Impuesto Sobre la Renta (ISR) que actualmente se emplea en República Dominicana. El anticipo es uno de los mecanismos tributarios más lesivos para la actividad económica nacional, y su eliminación sería un importante alivio para el sector productivo; además, incentivaría la actividad emprendedora.
El ISR es un tributo anual, que usualmente se liquida en los primeros meses del año (empresas pueden tener cierres fiscales en distintos trimestres, pero la vasta mayoría cierra el 31 de diciembre). El pago del ISR al inicio del año es una importante fuente de ingresos para el Estado dominicano, pero ha sido desvirtuado por el anticipo.
Se trata, como bien lo indica su nombre, de una estimación del ISR que debería ser pagado en el año por una sociedad comercial, el cual es liquidado por anticipado por el contribuyente en partidas distribuidas durante el transcurso de los 12 meses siguientes. El efecto de esto para el Estado es que percibe los ingresos por concepto del ISR durante el año anterior, y al momento de liquidar el ISR, solo se paga la diferencia (si la hubiere; en caso de ser negativa, es un crédito fiscal a favor del contribuyente) entre el anticipo y el ISR real del año.
Para el Estado, el anticipo tiene dos grandes ventajas. La primera es que sirve como forma de reducir la percibida evasión fiscal, pues es una forma de obligar a liquidar el ISR de manera continua durante un año. La segunda ventaja es que le provee recursos económicos constantes al Estado, sin tener que recurrir al pago de intereses (es decir, endeudamiento) por los mismos.
Sin embargo, la otra cara de la moneda respecto al anticipo es que es un impuesto doble a las empresas: primero, deben retirar efectivo de sus flujos o hasta endeudarse para pagar este impuesto de manera anticipada, y como segundo elemento, esto tiene la consecuencia de que limita el crecimiento del negocio, precisamente, porque se le está retirando este dinero. Igualmente, en muchos casos, por un año en que un negocio haya tenido una ganancia extraordinaria, puede aumentar de manera desproporcionada el anticipo para el año siguiente.
En este sentido, para un emprendimiento -que por definición conlleva el alto riesgo y lanzar un negocio- el anticipo drena el poco efectivo que pudiera tener, limita su capacidad de crecimiento y hasta potencialmente lo puede llevar a fallar en su iniciativa. Es una de las razones por las cuales muchas personas resisten el llamado a formalizarse, pues solo ven estas cargas innecesarias, y no los beneficios de ser un negocio formal.
Algunos dirán que el anticipo tiene una ventaja para los negocios, pues evita tener que hacer un gran pago del ISR una vez el año, distribuyendo la totalidad o una parte importante de ese impacto en el transcurso del período fiscal. Pero para la mayoría de las empresas es una carga mensual que drena su habilidad de invertir en el negocio y pone en riesgo su crecimiento, por lo que se debe replantear de cara a una reforma fiscal, máxime que las razones de mantenerlo ya se han ido reduciendo en el tiempo.