Uno de los mayores problemas que tiene la casi totalidad de las economías latinoamericanas es el alto nivel de informalidad de sus empresas, sobre todo de los micro y pequeños negocios. Este fenómeno tiene lugar cuando los propietarios de las unidades económicas de menor tamaño relativo prefieren estar ocultos frente al fisco, lo mismo que obviar la seguridad social.
Resulta claro que con la informalidad de las empresas se arrastra también al empleo informal, en donde miles de trabajadores no son reportados como empleados, con las consecuentes pérdidas de beneficios que esto les acarrea. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) la informalidad laboral es una característica estructural en los países de la región, contándose más de 130 millones de trabajadores, al 2018, en esa condición.
Diferentes estudios revelan que la informalidad de las empresas va unida a bajos niveles de productividad, así como a la incapacidad de hacer más negocios. También, la complejidad de procedimientos, la percepción de escasos beneficios de la formalización y la reducida fiscalización y sanción social, son otros factores que, según la OIT, no contribuyen a la formalización de las micro y pequeñas empresas. En ese mismo sentido, se plantea que los costos de formalizarse de una pyme son mayores que los beneficios que se puedan recibir.
En el caso dominicano, los estudios revelan que, al 2021, el 45.4% de los ingresos de los hogares dominicanos provenían de la informalidad, y que esta informalidad había alcanzado un 59%, siendo superior al 56.5% que tenía América Latina y el Caribe. Por demás, se plantea que un 64.6% de las personas en el quintil de ingresos más pobre y el 56.6% de la población rural vivía en un hogar totalmente informal.
Según el Panorama Laboral de América Latina y el Caribe 2022, la realidad es que una de cada dos personas trabaja en la informalidad, que suele estar acompañada de inestabilidad laboral, bajos ingresos, y sin protección social. Por último, las estimaciones de la OIT establecen que “los trabajadores informales tienen entre 3 y 4 veces más probabilidades de ser pobres que los trabajadores formales”.
A partir de la situación anterior, los expertos apuestan a la implementación de políticas públicas que vayan en la dirección de establecer incentivos que promuevan la formalización de las empresas, de modo que puedan tener acceso a los mercados, puedan elevar su productividad, y puedan acceder a la seguridad social.
En muchos países de la región latinoamericana se han realizado esfuerzos en diferentes ámbitos para reducir los niveles de informalidad de las empresas, pero los resultados no han sido tan evidentes. Y es que la informalidad tiene múltiples dimensiones y factores, entre los que se destacan los económicos, institucionales, legales, sociales y culturales.
De cualquier manera, y como resume la OIT, la transición hacia la formalidad requiere de un abordaje integral, además de debe se debe partir del otorgamiento de incentivos antes que del establecimiento de impuestos y regulaciones.