[dropcap]E[/dropcap]n pasadas entregas hemos escrito sobre los actores y las operaciones en el mercado de valores. Para completar el panorama general del mercado de valores es necesaria la pieza esencial de su existencia y desarrollo: las emisiones de valores.
La importancia de este tema radica en el hecho de que sin emisiones de valores no existiera el mercado de valores; las emisiones son la materia prima del mercado.
Se entienden por “valores” aquellos derechos de contenido esencialmente económico, los cuales son negociables en el mercado. Los dos formatos más comunes de valores negociables son los bonos (renta fija) y las acciones (renta variable).
Las emisiones de bonos son las más comunes en el mercado local. La empresa emisora le garantiza un rendimiento (típicamente fijo) al inversionista. Por igual, el inversionista no tiene derecho a participar en los beneficios de la empresa emisora, sino que su retorno se limita a lo establecido por la empresa emisora. Es importante aclarar que aunque la tasa de rendimiento de los bonos suele ser fija, su precio (el monto por el cual puede ser adquirido en el mercado secundario) es variable.
Las emisiones de acciones conllevan una participación directa en el capital social de la empresa emisora por los inversionistas. En esta clase de emisión, los inversionistas no reciben un rendimiento garantizado, sino que participan como cualquier otro accionista en los beneficios (o pérdidas) de la empresa emisora. En este sentido, tanto el rendimiento como el precio de las acciones son variables.
El proceso de realizar la emisión respecto a ambos ejemplos de valores –los bonos y las acciones– es muy parecido a grandes rasgos. El proceso se inicia con la contratación del puesto de bolsa que actuará como agente estructurador, cuya función es asesorar al emisor en la forma de estructurar y realizar la emisión, y colocador, cuya función es llevar a cabo la emisión.
El próximo paso es redactar el prospecto de emisión, que es el documento que establece las características generales de la emisión y del emisor para fines de revisión por el inversionista, así como otros documentos requeridos. Este proceso es manejado por el puesto de bolsa junto con el emisor, sus abogados y sus auditores externos.
Finalmente, la Superintendencia de Valores (SIV) revisa y comenta el prospecto de emisión, así como también otros documentos requeridos para la realización de la emisión. Una vez la SIV haya aprobado los documentos, se procede a realizar la emisión mediante la oferta inicial a los inversionistas (la colocación en el mercado primario).