“Cuando no se puede lograr lo que se quiere, mejor cambiar de actitud”. -Terencio
En un país como República Dominicana, en el que gran parte de los empresarios pequeños y medianos viven el estrés que emana de situaciones de sobrevivencia, suelen pasar desapercibidos los grandes cambios que ocurren en el entorno externo. En general, algunos de ellos cargan el potencial de cambiar la configuración productiva nacional, tal y como la conocemos hoy.
El mundo de las mipymes es uno de los más vulnerables, tanto respecto a las consecuencias de las políticas públicas erradas como a los cambios del entorno externo. Las complicaciones con los suministros y precios, los riesgos con los clientes, las crecientes exigencias de calidad e inocuidad, la competencia con corporaciones extranjeras y nacionales robustas, y las necesidades urgentes de recursos para incorporar tecnologías nuevas a los procesos, determinan en muchos casos la cortedad y vicisitudes de su ciclo productivo.
La realidad es que, a nivel mundial, como podemos colegir del último informe del Banco Mundial, el crecimiento económico de las principales economías se ralentiza y el comercio internacional pierde dinamismo. Al mismo tiempo, como resultado de los impresionantes y acelerados cambios tecnológicos (revolución digital), somos testigos de modificaciones sustanciales de los patrones de consumo y producción, fenómeno que no debe pasar desapercibido para lo que llamaríamos el grupo de avanzada de las mipymes dominicanas.
No obstante, los cambios en los ámbitos geopolíticos, económico y tecnológico no solo limitan en alguna medida el potencial del crecimiento; también encierran nuevas y lucrativas oportunidades de negocios que, para la mayoría de estas empresas, pasan desapercibidos.
Las mipymes formales representan el 99% de las empresas formales latinoamericanas, al mismo tiempo que son responsables del 61% del empleo formal generado. Consecuentemente, la intención de formular un modelo económico que apueste a un crecimiento sostenido, incluyente y sostenible, mal haría en no desarrollar estrategias de transformación productiva con miras a reducir su proverbial volatilidad, incrementar sus niveles de productividad, asegurar vínculos estables con las empresas grandes y cadenas de valor globales, convertir en un formidable socio técnico a la infraestructura de la calidad, mejorar los aspectos técnicos y organizacionales, asegurar el trato correcto de los temas ambientales y, sobre todo, aplicar criterios selectivos para conformar un grupo de empresas de vanguardia, priorizando sus fortalezas competitivas y capacidades objetivas de escalar.
Permanecer en la ruta de los financiamientos blandos y los subsidios, la asistencia técnica no selectiva y la apuesta al sector en conjunto, que no a un grupo que realmente exhiba capacidades en materia de innovación y determinación de incursión en mercados organizados -las más ambiciosas, según Mariana Mazzucato-, es más de lo mismo con igual resultado: un sector mipymes incapaz no solo de incursionar en mercados reglamentados, sino también de preservar sus propios espacios de negocios nacionales.