“Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”, al parecer dijo Einstein en una entrevista. Otros dicen que fue un soldado desconocido. Realmente, no importa quién lo haya dicho, lo cierto es que algo de razón tuvo. Y, al parecer, los dominicanos seguimos haciendo locuras, es decir, más de lo mismo. Por lo menos en lo que respecta al territorio y en muchas otras políticas.
En un mundo cada vez más interconectado, la convergencia entre países o al interior de una misma economía es un tema central en la discusión económica y social. La idea de que los países deberían buscar algún tipo de convergencia entre sí ha ganado terreno. Por ello, al hablar de convergencia nos referimos al proceso mediante el cual las economías de los países y/o las regiones menos desarrolladas al interior de un mismo país se acercan a las más desarrolladas en términos de ingresos per cápita, indicadores sociales y niveles de vida, entre otros múltiples indicadores.
En República Dominicana, como en otros países del mundo, existen disparidades significativas en términos de desarrollo económico y social entre las calles que componen un mismo barrio, los sectores que conforman una misma ciudad, entre las áreas urbanas y las rurales o entre las diferentes regiones, provincias y municipios.
Estas disparidades pueden ser el resultado de una serie de factores, como la falta de una visión equilibrada del territorio, la no diferenciación entre bienes públicos y privados, falta de regulación del uso del espacio, concentración de recursos en ciertas áreas, poco acceso a infraestructuras básicas o la concentración de la inversión pública y privada en las ciudades o provincias con mayor aglomeración de habitantes. Es un círculo vicioso que se retroalimenta de forma constante.
Sin embargo, es posible comenzar a romper ese círculo vicioso y convertirlo en un círculo virtuoso a través de un proceso de convergencia interna explícito, dirigido a eliminar esas disparidades, al acercar a las zonas menos desarrollas en términos relativos a las que tienen mejores indicadores de desarrollo.
Imaginemos lo siguiente: La Región Enriquillo, una de las diez regiones en que se subdivide República Dominicana, está inmersa en un retador y emocionante proceso de convergencia interna en sus indicadores de desarrollo. Con el apoyo del Gobierno Central y otros actores públicos y privados ha emprendido un viaje decidido para converger con los indicadores de bienestar del “polígono central” del Distrito Nacional. El cuadrante con los “mejores indicadores de desarrollo relativo” del país, por lo que fue establecido como la “Región Objetivo” para converger.
El primer paso en este viaje fue la identificación de áreas prioritarias con los mejores indicadores para converger. Posteriormente se implementaron programas de desarrollo basados en una apuesta a los servicios universales de calidad. Se realizaron inversiones en modernización de la agropecuaria, acceso a servicios financieros, conservación del ambiente, regeneración urbana, viviendas, programas de nueva ruralidad y conectividad, asegurando que sus comunidades tuvieran acceso a una educación de calidad, servicios de salud adecuados y oportunidades de crecimiento personal y profesional.
A medida que avanzaba el proceso, la Región Enriquillo comenzó a ver resultados tangibles. Los indicadores de desarrollo económico y social mostraron mejoras significativas. La tasa de empleo aumentó, la pobreza disminuyó y la calidad de vida de los habitantes mejoró de manera notable.
Los jóvenes de la zona encontraron oportunidades en su propia región, evitando la migración hacia otras regiones más dinámicas y de mayor desarrollo relativo, contribuyendo al fortalecimiento del tejido social de la Región.
Esto podría ser una lectura de la evolución de cualquiera de nuestras regiones en un futuro que podría ser en 15 o, tal vez, 20 años. Quizás más, quizás menos. Depende de nosotros. Para ello debemos de hacer algunas tareas previas; y esas tareas requieren cambios de visión y en la estrategia. Y, por supuesto, en la implementación.
Para llevar a cabo este tipo de política es necesario utilizar nuevos instrumentos y medidas específicas, como la estimación permanente del producto interno bruto (PIB) regional, la introducción de estabilizadores fiscales automáticos, requisitos de desempeño para las transferencias al segundo nivel de gobierno, implementación funcional del principio de subsidiaridad, ampliación y alcance del Fondo de Cohesión Social y Territorial, utilización del Banco de Desarrollo y las Exportaciones (Bandex) para financiar inversiones en infraestructuras básicas en las áreas rezagadas, programas de educación y capacitación para mejorar las habilidades y oportunidades de inserción productiva y/o laboral, políticas fiscales y tributarias que promuevan una distribución más equilibrada de los recursos, y programas de desarrollo regional que fomenten la diversificación económica y la creación de empleo en áreas subdesarrolladas.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que la convergencia al interior de los países no es un proceso fácil ni rápido. Es otra forma de ver y de aproximarse al territorio. Requiere un compromiso a largo plazo, recursos adecuados y una voluntad política para abordar las disparidades existentes. Además, hay que adaptar las políticas y medidas a las realidades y necesidades específicas de cada país, región o localidad, ya que lo que funciona en un lugar puede no funcionar en otro.
En 2022, se ha dado un paso necesario en la dirección correcta con la aprobación de la Ley Orgánica de Regiones Únicas de Planificación y la Ley de Ordenamiento Territorial, Uso de Suelos y Asentamientos Humanos, ambas previstas en la Constitución del 2010 y la Estrategia Nacional de Desarrollo 2030. Ese gran paso es agrupar las 31 provincias, el Distrito Nacional, los 158 municipios y 235 distritos municipales en 10 Regiones. Sólo que este paso puede ser insuficiente si no se hace efectivo y medible el mandato constitucional de que la Región es la unidad básica para articular las políticas públicas en el territorio.
Ambas leyes representan un punto de partida en el camino hacia la convergencia interna, al proporcionar un marco legal para la planificación estratégica y la distribución más equitativa de los recursos. Pero el camino hacia la convergencia interna que fomente tanto una identidad nacional fuerte como una mayor y mejor cohesión económica, social y territorial no está exento de desafíos como son, por ejemplo, repensar la representación política y la necesidad de una nueva arquitectura del sector público y la administración en el territorio, desde el ámbito de la justicia, la seguridad ciudadana, la defensa nacional, o la organización de la prestación de los servicios públicos de salud, educación básica o la organización de la principal universidad pública.
La convergencia interna en República Dominicana es un desafío apremiante y una oportunidad para unir esfuerzos en busca de un futuro compartido, pero la verdadera transformación requerirá un compromiso colectivo continuo. El viaje de la Región Enriquillo hacia la convergencia interna es una historia posible, y puede dejar una huella imborrable para las regiones.
Esta historia de transformación y superación de desafíos puede ser un testimonio de la determinación y el compromiso de los poderes públicos, las Regiones y de las comunidades en la búsqueda de un futuro mejor. La Región Enriquillo puede convertirse en un ejemplo inspirador de cómo la convergencia interna puede cambiar vidas y llevar a una sociedad más equitativa y próspera.