Antes de convertirse en una figura de controversia política, Rudy Giuliani fue un reputado fiscal y alcalde de la ciudad de Nueva York, logrando su mayor éxito, antes de la respuesta a los ataques del 11 de septiembre de 2001, en combatir la delincuencia en esa ciudad.
Precisamente, su estrategia de las “ventanas rotas” predicaba que, para combatir el crimen “grande”, hay que erradicar el pequeño, y que así exista un sentido de que impera el orden y la ley en la ciudad.
Este precedente le puede venir a la mente a cualquiera cuando transita en las calles de nuestra ciudad de Santo Domingo, en la cual, lamentablemente, no impera el respeto mínimo a las normas de tránsito. Si bien es cierto que la entidad encargada de organizar y regir el tránsito actualmente se encuentra inmersa en un mayúsculo escándalo de corrupción, no es menos cierto que esta realidad se escapa de este más reciente tema que ha surgido.
Uno de los elementos que están a la simple vista de cualquier persona que transita en esta ciudad es que los motoristas, en su enorme mayoría, no respetan la señalización de tránsito. Vemos como se cruzan en rojo, transitan en vía contraria, chocan con vehículos y sencillamente continúan en su ruta, muchas veces a altas velocidades. En fin, no hay ninguna regla que parezca aplicarse a estas personas.
En cambio, los agentes de ordenamiento del tránsito, Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (Digesett), se colocan en intersecciones estratégicas con dos propósitos; uno que observo en la Gustavo Mejía Ricart esquina Lincoln es para detener a conductores, casi siempre de vehículos y nunca de motocicletas, que utilizan el carril equivocado para doblar de la avenida Lincoln a la Mejía Ricart. El otro propósito de ellos es de “dirigir” el tránsito en la intersección.
Pero al parecer los agentes del orden, quienes ponen sus vidas en peligro todos los días al estar en medio de tan tremendo desorden de tránsito que impera, al parecer solo tienen órdenes de realizar fiscalizaciones selectivas, es decir, un “palo acechao” o de realizar algún esfuerzo por dirigir el tránsito, y no de fiscalizar a los conductores más peligrosos en las calles. Porque ¿cuándo fue la última vez que usted vio a un motorista ser detenido por un Digesett?
Ciertamente, de tiempo en tiempo vemos operativos en los elevados, en los cuales retienen decenas de motores por transitar contrario a la ley en esos espacios. Sin embargo, también evidencia una tendencia de realizar lo fácil, a sabiendas que se va a incumplir la ley en ese lugar, en vez de la tarea más difícil de traer orden a nuestro tránsito.
Este llamado no es únicamente producto de una imperiosa necesidad de mejorar la regulación del tránsito que cada día le cuesta más tiempo y recursos a los ciudadanos de nuestra hermosa ciudad, sino, también, como indicábamos al inicio de esta pieza, se requiere para hacer valer la ley.
Si el Estado no es capaz de imponer el orden ante el tránsito irresponsable y evidente, a la luz del día, de los motociclistas, ¿cómo esperamos que pueda hacer valer el estado de derecho? Necesitamos que se atienda urgentemente esta necesidad.